Música clásica y reventa
Hace pocos días, un representante de Tabacalera, empresa patrocinadora del ciclo de conciertos Orquestas del Mundo, organizado por Ibermúsica, se vanagloriaba, en la cadena Cope, de haber vendido todos los abonos a las pocas horas de ponerlos a la venta.No es de extrañar, todo fue fácil y breve: habían vendido todos a la empresa revendedora; para ser exactos, en el nuevo Auditorio, las entradas que quedaron llegaron para los cuatro primeros de la cola que iban tras la reventa, porque ellos, naturalmente, eran los primeros, siempre lo son; así, el paciente público que guardaba cola hacía horas, algunos toda la noche, tuvieron que ver, atónitos, cómo los individuos de la reventa, poco después de abrir la taquilla, se llevaban en grandes bolsas todas las localidades.
Con los conciertos de Ibermúsica les resultó fácil, puesto que no había límite en la venta de entradas por persona, pero cuando lo hay da lo mismo, envían a sus huestes, un ejército de muchachos de aspecto inconfundible para el aficionado que trata inútilmente de competir con ellos para conseguir una entrada.
Ellos controlan las colas; organizan listas o las desorganizan, según les convenga; pasan días y noches enteras esperando que abran la taquilla; tienen un autocar, que colocan próximo a ella, una especie de hotel ambulante donde descansan o se protegen de las inclemencias del tiempo.
Controlan todo. Ahora ha sido con Ibermúsica, pero sucedió igual con el Festival de Otoño, con el nuevo sistema de abonos de la Orquesta Nacional, con los conciertos inaugurales del nuevo auditorio o con la temporada de ópera.
Hoy, en Madrid, toda persona que quiera asistir a un concierto tiene dos soluciones: o es amigo de... y tiene, por tanto, acceso a esas entradas de cortesía que distribuye graciosamente el promotor, o pasa por la reventa. No hay alternativa. ¿Nadie pondrá coto a este abuso?-
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