Las tribulaciones bancarias de un empresario rural
Las relaciones entre Banesto y el agricultor aragonés José Nonay se intensificaron en 1978 a medida que éste fue convirtiéndose en un accionista importante del banco. A mediados de aquel año, Nonay era ya titular de un paquete superior a las 600.000 acciones, lo que propició su encuentro con el entonces presidente del banco, José María Aguirre Gonzalo.Debido a su destacada posicición accionarial recibió la oferta de adquirir acciones de Banesto mediante créditos de su filial Garriga Nogués. En julio de 1979, Nonay recibió una carta del director general, Julián Tiemblo, que le proponía estos créditos y le ofrecía todo su apoyo en la operación "sea cual fuere la cifra que definitivamente me diga". Precisaba que como garantía del crédito .quedarían las acciones que ya posee y las que se compren con las dos operaciones a que se refiere esta carta". La otra operación a que se refería Tiemblo era la venta de las 120.000 acciones del Banco Hispano Americano y posterior compra de títulos de Banesto.
Según relata Nonay en la querella, Banesto tenía aparcados grandes contingentes de acciones en su autocartera, que quería despistar ante las inspecciones del Banco de Espafía. A fin de corregir esta situación Banesto buscó personas de confianza para que adquiriesen estos paquetes, ofreciéndoles créditos de sus bancos filiales. A Nonay le hicieron la oferta y le pronosticaron beneficios. Aunque le advirtieron de que los dividendos de las acciones serían inferiores a los intereses de los créditos, le indicaron que la operación sería muy rentable con las ampliaciones de capital gratis previstas para los próximos años, según el querellante.
Lo cierto es que José Nonay formalizó varios créditos con el Banco Garriga Nogués y el Banco de Vitoria, que finalmente quedaron refundidos en dos de 333 y 190 millones de pesetas, respectivamente, con las citadas entidades. Con el primero quedaron afectadas 372.400 acciones en garantía y con el segundo se afectaron 212.520 acciones.
En 1981 los títulos de Banesto empezaron a subir. En julio, José Nonay se entrevistó con Aguirre Gonzalo, a quien propuso vender sus acciones. "En aquel momento", explica Nonay, "si vendía mi paquete podía pagar todos los créditos y aún me quedaban 600 millones de pesetas". "Pero don José María", añade, "me dijo que no podía vender una cantidad tan grande porque el banco se venía abajo en la bolsa. Me tocó la fibra y no vendí".
Exportaciones sin cobrar
Posteriormente, la empresa de sus hijos, Nonay Gil Hermanos, sufrió un serio revés en México causado por el impago de seis millones de dólares. Para salvar la empresa de sus hijos, Nonay volvió a ver al presidente de Banesto y le planteó de nuevo la urgencia de vender sus acciones. "Usted no tiene que vender nada, con su sola firma tiene todo lo que quiera. Usted tiene siempre las puertas abiertas del banco% fue la respuesta de Aguirre Gonzalo.
El 17 de septiembre de 1981 se instrumentá un crédito a favor de Nonay Gil Hermanos, SA por un valor de 577 millones, que absorbía todas las deudas de la empresa con el grupo bancario y estaba garantizado con 646.062 acciones de Banesto, propiedad de la familia. La empresa continué su actividad principalmente con ventas en Arabia Saudí hasta que en febrero de 1983 el ABN instó la quiebra de la sociedad. De nuevo Nonay acudió a Banesto, que estuvo a punto de condederle 140 millones con la hipoteca de los bienes de la hija, pero que finalmente no le otorgó al conocer la quiebra, que significó su ruina. Pero, los Nonay recurren y consiguen levantar la quiebra ante el juez de Instrucción y en la Audiencia. Fue una victoria pírrica. En 1984, Aguirre ya no mandaba en el banco, de cuya presidencia había sido sustituido por Pablo Garnica. Tras la quiebra, el grupo Banesto ejecutó todos los créditos concedidos a Nonay y vendió las acciones que los garantizaban. Para ello se convenció a José Nonay de que firmase una autorización expresa para la venta y la presunta falsificación de una póliza. El resultado fue que Nonay perdió todas sus acciones, que superaban los dos millones.
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