Carguito
Hace años estuvo de moda el principio de Peter. Prendió sobre todo entre estudiantes inquietos, y a cualquiera que accedía a un cargo le aplicaban las fórmulas peterianas para medir su nivel de incompetencia. En realidad, el principio de Peter no descubría nada. La sabiduría popular ya hacía mucho que se le había anticipado y lo expresaba a la pata la llana: "Si quieres conocer a fulanito, dale un carguito". La diferencia consistía en que con el principio de Peter se producía el efecto de las Divinas palabras, de Valle-Inclán. Entre españoles sólo se le reconoce al conocimiento categoría de ciencia cuando viene en tomo y escrito en otro idioma.Dale un carguito... Algunos se ponen engreídos en el cargo, a otros les viene ancho, o quizá ceñido; quiénes lo ejercen con prudencia, quiénes para provecho de su patrimonio. De todo hay, y mucho depende de su formación. En los primeros años de posguerra un gobernador civil había de ser duro, y cuando la estabilización, Franco exigía, además, que supiera leer, escribir y las cuatro reglas. Eso susurraban los funcionarios de la época.
Con la evolución de los tiem-pos, gobernadores, directores generales y restantes altos cargos han de poseer cierta culturita, mejor si la avala un título académico. Actuarán con probidad, por supuesto, pues lo contrario sería de juzgado de guardia. Pero en cualquier caso habrán de sujetarse a leyes, decretos, órdenes ministeriales, estatutos, presupuestos y todo el arsenal administrativo que afecte al ámbito de su jurisdicción.
Es complicado, claro. Por eso un carguito no se le puede dar a cualquiera. Si se le da a cualquiera, lo mismo al día siguiente tira de presupuesto y se lo gasta en boinas. Gravísimo asunto, ya que en los Presupuestos Generales del Estado no hay partida destinada a boinas. Lo cual, por otra parte, no quiere decir que no deba haberla. Cuando a fulanito le dan un carguito conviene mude de boina cada día, según corresponde a la dignidad de su rango. Un oneroso aspecto de la gestión, al precio que están las boinas.
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