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La reina

Es la reina más reina que existe, porque no es consorte y ejerce de símbolo sobre uno de los países más poderosos de la tierra. A su lado, reinas ejercientes como las de Holanda o Dinamarca son monarcas de provincias, sobre todo desde que la rotunda Juliana de Holanda abdicara en su irrelevante hija. La genealogía de esta reina de apariencia burguesa es compleja, y por lo que parece, en ella se integran desde Jack el Destripador hasta aquel romántico y filonazi Eduardo que se casó por amor con una divorciada norteamericana absolutamente insoportable, según cuentan los que merecieron conocerla. Y a poca distancia de esta discretísima reina está su alumbrada hermana, su sindicalista hijo, su marido percha y esas dos nueras irrepetibles que son el Hermes bifronte de la tragicomedia de la realeza británica.Inevitable comparar su estampa con la de Margaret Thatcher e igualmente inevitable hacernos lenguas y palabras del sentido biológico de la Historia, que ha conseguido que al cabo de los siglos la alcurnia dinástica se parezca tanto a la plebeyez ascendente: la descendiente de feroces conquistadores tiene el mismo aspecto de ama de casa que Margaret Thatcher, aunque en el caso de Margaret Thatcher se trate sólo de una apariencia. En cambio, la reina, esta reina, nos ha parecido a todos una simpática y sobria tía de la familia que ha venido de visita después de unos cuantos siglos de distanciamiento. ¿En qué familias no hay malentendidos enquistados?

Los expertos en realezas alaban su oficio, su saber estar como reina, que nada en los protocolos como los peces en las peceras, y el saber estar de su marido, aquel jugador de polo de fondo que ha sabido envejecer como las mejores estatuas. Parece que fue ayer cuando la vimos casándose o coronándose, y mírala ahora, pidiendo camisetas olímpicas con perro de Mariscal para sus nietecillos. ¿A que no sabéis qué os ha traído la abuelita de España? Y abrirá el bolso, ese bolso que tanto fascina a Juan Cruz, y estará lleno de perros risueños, olímpicos, planos, y de ese bocadillo de pepino y huevo duro que reserva para completar los menús de Arzak.

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