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Ducha fría para los serbios

Las profundas transformaciones políticas que se esperaban estos últimos días en Yugoslavia no se han producido. Los trabajos de la 171 sesión plenaria de la Liga de los Comunistas se han saldado con un empate entre los dirigentes, partidarios de un poder federal fuerte, y los liberales, que preconizaban la descentralización y democratización. El pleno deba permitir medir la fuerza política del jefe del partido en Serbia desde 1987, Slobodan Milosevic, que reclamaba purgas y renovar a los incompetentes cuadros políticos y económicos. Al denunciar, por añadidura, el cáncer burocrático se había forjado una sólida popularidad entre los casi nueve millones de serbios, siempre prestos a decir que no pesan lo suficiente en los asuntos de la federación. ¿No estimaba Tito, el croata, que una Serbia débil era el factor del equilibrio en Yugoslavia? Para el ambicioso Slobodan Milosevic, este pleno tendrá sin duda el efecto de una ducha fría. Está claro que su ascensión se ha detenido. Al desposeer de la presidencia de la Liga a uno de sus más cercanos colaboradores, Dusan Ckrebic, y al mantener en su cargo a Radisa Gcacic, otro serbio menos ligado al jefe del partido, los miembros del comité central han condena do la ofensiva nacionalista y dirigido una advertencia a Milosevic, que ha aparecido cada vez más aislado. Pero esta detención de la ola nacionalista podría hacer que las masas serbias volvieran a la calle, con todos los excesos que eso puede llevar consigo. 21 de octubre

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