Un cierre violento
Berlín se ha convertido en los nueve días que ha durado la asamblea y reuniones previas en una capital sitiada por la policía como consecuencia de las multitudinarias y violentas manifestaciones convocadas por organizaciones de izquierda y defensoras del medio ambiente contra la asamblea.
Ayer, tras la ceremonia de clausura, se celebró quizá la más violenta de todas ellas, que dejó colapsada de nuevo la ciudad. La noche anterior, varias personas, entre ellas dos periodistas españoles, fueron zurrados por la policía al ser sorprendidos en una carga contra los manifestantes. Los agentes del orden, visiblemente irritados por el constante estado de alarma en que se encuentran desde hace una semana, perdieron nuevamente los nervios.
Peor fortuna llevó el coche oficial de la embajada española en Bonn, que momentos antes había sido abandonado por el embajador, Eduardo Foncillas, después de trasladar a Carlos Solchaga al aeropuerto. El coche, según confirmó la policía, fue materialmente destrozado por los manifestantes, si bien no fue el único automóvil que sufrió la misma suerte. El chófer del embajador, que resultó ileso, comento que había escuchado también varios disparos, hecho que no fue confirmado, aunque tampoco desmentido por las autoridades locales.
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