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Christine Ockrent

Una 'reina' abandonada por los dioses

Christine Ockrent, a sus 40 años, ha batido todos los récords salariales de su profesión. Hace escasos meses todavía percibía 240.000 francos mensuales (4,8 millones de pesetas) en el primer canal de televisión privado, TFA. Desde el 12 de septiembre presenta el informativo del canal público Antenne 2 por una cifra más modesta, exactamente la mitad de su anterior salario. Pero el problema de esta rubia periodista, dulce y sonriente cuando mira a las cámaras, pero dura e implacable cuando combate por conseguir una noticia, es que su llegada ha desencadenado la huelga más importante que hayan conocido la radio y la televisión públicas en la historia de Francia.

Un fondo de tristeza ha empezado a ensombrecer el rostro limpio y luminoso de esta mujer a la que los franceses llaman la reina Cristina y cuya vida personal interesa como la de cualquier estrella. Tiene marido, el secretario de Estado para la Ayuda Humanitaria, fundador de Médicos del Mundo y uno de los históricos del Mayo del 68, Bernard Kouchner, y un hijo de dos años y medio, Alexander. Pero después de 15 años de ascensión constante, esta periodista convertida en estrella -y pagada como tal- parece haber perdido el favor de los dioses y se halla atrapada en el diabólico engranaje desencadenado por las inconsecuencias y los vacíos creados por la privatización de las televisiones y el mantenimiento de un gran canal público comercial. Fichada por Antenne 2 para aguantar la competencia de su rival privada TF-1, Ockrent se encuentra ahora a más de 15 puntos de diferencia respecto al informativo rival, emitido a la misma hora, mientras su imagen y su prestigio soportan el desgaste de una huelga que se extiende como una mancha de aceite.El conflicto que se ha desencadenado en la televisión y en la radio públicas, donde los salarios han quedado desfasados respecto a los medios privados, supera largamente el problema del salario de Ockrent, pero puede llevarse por delante la carrera de esta triunfadora que saltó a la fama periodística cuando entrevistó a Abas Hoveida, ex primer ministro del sha de Irán, en la celda donde esperaba la ejecución durante la revolución jomeinista. Su auténtica consagración se produjo, para mayor amargura, en Antenne 2 desde 1982 hasta 1985, donde presentó el informativo de las ocho de la tarde, el de mayor audiencia.

Había dimitido de Antenne 2 en 1085, ante el nombramiento de un nuevo director de la emisora demasiado apegado al Gobierno socialista, para regresar durante unos meses a la radio. Acérrima partidaria de la televisión privada, creyó hallar en los pretendientes a la compra de TF-1 el patrono ideal para regresar al contacto estelar de su imagen con el público y fichó por el grupo Hachette.

Pero la fortuna estaba en otro lugar, con el constructor Francis Bouygues, que se quedó con TF-1 y contrató en seguida a la reina para sustraer una baza a la competencia. Aburrida en su dorado aparcamiento a pesar de su enorme título de directora general adjunta, aceptó el reto de regresar al canal público con salario de televisión privada. Y ahí empezó la caída. Mientras tanto, sigue dando la cara a la fatalidad con una sonrisa que enmascara la amargura.

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