'Desindicadores' económicos
ALGUIEN HA dicho que la economía es la ciencia de las contradicciones. Otros, más corrosivos, han escrito que los economistas son aquellos científicos que predicen con exactitud el pasado. Las antinomias suelen presidir los discursos de los expertos y suele ser frecuente que quienes vaticinaron una recesión en tiempo de bonanza la justifiquen a posteriorí con los mismos argumentos con los que se equivocaron.Los mercados financieros internacionales, además de registrar un acusado proceso de globalización que los hace más volátiles y sensibles ante cualquier noticia, presentan hoy tal grado de complejidad que los lleva a encajar como negativo un dato que es bueno para la marcha de la economía real, y viceversa. Las economías de Estados Unidos y de España acaban de ser reflejo de estas aparentes contradicciones, que desorientan al hombre de la calle, incluso al más dispuesto a penetrar en una realidad que se le presenta, por ello, casi inescrutable.
Las bolsas mundiales, el pasado día 2, aflojaron sus correas por un momento y pudieron respirar, al fin, tranquilas. La causa puede parecer sorprendente: la tasa de paro en Estados Unidos había aumentado un 0,2% en el pasado mes de agosto. Durante las semanas anteriores, las cotizaciones de miles de compañías habían tenido que soportar casi en silencio las más fuertes presiones para evitar un desfondamiento. Por si fuera poco -algo así como miel sobre hojuelas-, un nuevo dato estadístico vino a asociarse a la fausta jornada: el índice de salarios por hora experimentó sólo una ligerísima subida del 0,1 %, también en Estados Unidos y también correspondiente a agosto. A partir de ahí, Wall Street pudo recuperar pérdidas de jornadas anteriores.
Algo similar sucedía en España por esas mismas fechas. Primero se publicó que la reserva de divisas había crecido únicamente en 252 millones de dólares en el pasado julio, frente a los 3.276 millones de julio de 1987; días más tarde se supo que en agosto esa ganancia había estado limitada a algo más de 700 millones. Los economistas esta vez se pusieron de acuerdo al señalar que ambos datos son una buena noticia, a pesar de que se producen en la temporada turística alta, tradicional época de millonarias entradas de billetes de banco extranjeros.
Los expertos, al analizar la aparente contradicción entre una mediocre marcha de la economía real y su valoración positiva en los cada vez más complejos mercados financieros, gustan de decir que los inversores -como si de una partida de ajedrez se tratase- van adelantándose cada vez más a las jugadas del adversarlo. Así, el hecho de que el paro aumente en Estados Unidos y que los salarios vean limitada su subida a un guarismo testimonial viene a suponer que no hay síntomas de calentamiento en la economía y que se alejan los temores de un remonte de la inflación y, como consecuencia, de los tipos de interés.
En cuanto al caso español, la desaceleración en el crecimiento de las reservas de divisas españolas es una clara señal de que se reducen las entradas de inversiones calientes, especulativas, un dinero que ahora se ha convertido en indeseable ante los intentos de frenar el crecimiento de la masa monetaria: otra vez el miedo de encontrarse con la inflación a la vuelta de la esquina.
Este temor, que tiene su lógica dentro del planteamiento económico actual, siembra dudas, sin embargo, en los ciudadanos de a pie, más acostumbrados a pensar que, si el paro aumenta, eso es malo; o que, si los salarios apenas crecen, eso no es buena señal; por no mencionar las reservas de divisas, que hasta hace muy poco se presentaban como el índice de confianza mundial en el futuro de la economía patria. Hemos entrado en la etapa de descontar el mayor número posible de jugadas al adversario inflación. Sólo que, en ocasiones, el número de movimientos se limita sólo a unos cuantos y se pierde de vista que, mirando más adelante, la persistencia de los enormes desequilibrios, internos y externos, que las estadísticas camuflan puede acabar con la partida, y no solamente para los más pobres. Todo es muy complejo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.