El Barça, en la Recopa, sentenció la eliminatoria en Islandia
ENVIADO ESPECIALNo hizo falta que Johan Cruyff les lavara el cerebro ni sintieran necesidad de ponerse leotardos. Incluso Zubizarreta se puso una gorra. Fue un partido de guante blanco en un descampado, con 3.500 personas tomando el sol en el día más caluroso que ha vivido Islandia en los últimos 10 años. Les bastó con vestirse con una indumentaria roja, la misma que la mayoría de ellos creía propiedad exclusiva del Liverpool, para inmunizarse contra cualquiera de aquellas contingencias que temían y mostrarse como un equipo número uno en Europa. En aquel campo ni había hielo ni rival.
El Fram nunca fue ese equipo que vendió Cruyff. Ni son elegantes ni intentan copiar a la selección holandesa. Son unos aficionados que ante todo corren y, según dice Rexach, correr es de cobardes.
Los chicos de Cruyff se tomaron su debú europeo en serio. Impusieron su ritmo de juego ofensivo, como quiere su maestro, y sólo necesitaron media hora para convencerse de que aquello era, verdaderamente, un partido en que todo el calor humano, todo el espectáculo, todo el fútbol, lo tenían que poner ellos. Y no les costó nada porque Cruyff ha conseguido que ese equipo se divierta jugando a fútbol. Se divierta aunque no tenga rival, aunque sople el viento, y aunque sólo 3.500 personas estén en los graderíos.
Pareció, por momentos, que al Barcelona sólo le faltaban un par de hombres con distinción, que Carrasco no se creyera Dios y Julio Salinas no pareciera un Marti Filosia en malo, para dar la impresión de ser un equipo con sabor a fútbol de categoría continental. El Barça de Cruyff le dió un baño al Fram. Los islandeses se cansaron de tanto correr sin ton ni son. Seguro que, acostumbrados a golear en su Liga, la misma que ganaron con 11 puntos de ventaja, nunca habían sufrido tanto como ayer. Sólo en una ocasión llegaron a la portería de Zubizarreta con intención de marcar y se pasaron 89 minutos intentando tapar a su portero.
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