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Antonio Vázquez Liñeiro

El urbanista que se diseñó a sí mismo

Un palacio de congresos con un jardín por techo, que combinará espacios comerciales con el séptimo auditorio en capacidad del mundo, y un coliseo cultural, un centro de espectáculos polivalente que incluirá una plaza de toros descapotable, ambos a punto de colocación de la primera piedra en La Coruña, fueron seguramente engendrados por Antonio Vázquez Liñeiro en servilletas de bar. La persona que dirige el equipo de 18 profesionales que ha proyectado las dos mayores inversiones en infraestructura cultural y de ocio de toda la comunidad autónoma es un autodidacta que llegó a proponer la sustitución del dibujo por la música en los estudios de arquitectura.

Se le conoce como el "hombre de Bofill" en Galicia y él se define como "un amoral del arte urbano". Casado y con dos hijos, Antonio Vázquez nació en el barrio de San Luis (es decir, en La Coruña) hace 41 años, "pero esto me lo podría haber hecho a los 31. Desde entonces sólo he perdido el tiempo". Quizá porque empezó joven. Su primer profesor de dibujo escribía a su padre, un modesto agente de consumos: "su hijo de usted tiene dotes para las artes plásticas. Apártelo de la nefanda tentación artística o acabará como un servidor, dando clases de dibujo y sin una lata".El consejo y la precaria economía familiar advirtieron al Liñeiro infante que debería conjugar la intuición artística con la visión comercial. A los nueve años vendía en la calle "en un cajón copiado de la Bauhaus" los tebeos que él dibujaba. A los 14, repartía libros con una carretilla y aprovechaba los desplazamientos para leer lo que no podía comprar. A los 16 empezó a trabajar en estudios de arquitectura, "haciendo de todo", y al poco, formaba parte de los aparejadores ambulantes que, tablero a cuestas, se desplazaban a las ferias rurales gallegas.

Pese a haber impartido clases en la escuela de Arquitectura Técnica odia los estamentos académicos, sobre todo en su sector, y es plenamente correspondido.

Le gustan Borronini y Palladio, Le Corbusier, "que ha sido malinterpretado", y Frank Lloyd y Wrigt, Bofill y James Stirling, "es como Stravinski", pero sobre todo admira a los griegos. Una pasión evidente en sus obras y que atiza aún más la polémica en Galicia con la acusación de mediterraneizante. "La arquitectura es la filosofía de la proporción y la armonía, y quienes mejor la estudiaron fueron los griegos. El diseño urbano nació con la Acrópolis, y a partir de ahí empezó su decadencia. Además, si las leyes por las que me procesan vienen del derecho romano, ¿por qué no puedo proyectar en griego?".

Curiosamente, su paso por la política fue menos polémico, aunque igual de atípico. Encabezó varias candidaturas del CDS y después, "cuando podía haber salido", se retiró.

Con todo, está considerado como muy cercano al poder socialista gallego, y las tertulias que se forman alrededor de la enorme mesa circular de su despacho la convierten en una nueva edición de la mesa camilla del intelectual Ramón Piñeiro, donde se fraguaron las directrices del galleguismo político y cultural desde la posguerra a la transición.

Amigo de siempre del presidente González Laxe y más reciente del alcalde coruñés Francisco Vázquez, fue respectivamente su rival en las elecciones generales de 1982 y en las municipales de 1984. Según él, eso es coherencia.

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