Rocard duda sobre el satélite francés de televisión

El primer ministro francés, Michel Rocard, debe optar en las próximas semanas por dar el visto bueno o rechazar el costoso proyecto de satélite nacional de telecomunicación que actualmente carece de clientes y que requerirá un respaldo importante para su lanzamiento, previsto para el 7 de octubre próximo.El satélite TDF-1 estará listo para su despegue desde el centro de la Agencia Espacial Europea en la Guyana francesa dentro de cinco semanas. La construcción del satélite ha sufrido numerosos problemas desde su comienzo. Rocard, dirigente de un Gobierno socialista minoritario, declaró que no ha habido más que un sinfín de fallos en este proyecto desde que comenzó. Añadió que, después de haberle costado al Gobierno francés 3.000 millones de francos (57.000 millones de pesetas), será lanzado al espacio sin que ningún usuario pueda recibir de él programa alguno. "Se trata de un problema escandaloso sobre el que tendré que tomar alguna decisión durante las próximas semanas".

Varias fuentes informan que, de hecho, Rocard tendrá que tomar una decisión antes del 28 de septiembre, ya que para entonces el satélite debe estar instalado en el lanzador Ariane.

Retrasos

Francia y la República Federal de Alemania lanzaron un ambicioso programa en 1979 para transmitir los programas de televisión directamente a los hogares de los usuarios vía satélite. Este programa fue perseguido por el fracaso en noviembre de 1987, cuando no se abrieron los paneles solares del primer satélite alemán TVSAT-1 y por una laguna de 16 meses de duración en el programa europeo Ariane hace dos años.Si Rocard aprueba el proyecto TDF-1, los expertos de la industria del espacio afirman que se verá obligado entonces a aprobar un segundo proyecto para un satélite idéntico, dado que las compañías de radio y televisión no se arriesgan a invertir en un programa sin respaldo.

El lanzamiento del segundo satélite alemán está programado para el próximo año, junto con el segundo satélite francés. El programa francés estuvo subvencionado por el Estado hasta que en 1986 el Gobierno conservador insistió en que parte de los gastos fueran cubiertos por el sector privado francés.