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Decenas de bomberos siguen apagando los últimos brotes del fuego de Lisboa

Un fuerte olor a madera quemada pesa todavía sobre los barrios viejos de Lisboa, y el incendio, que destruyó el jueves cuatro manzanas del centro histórico de la capital portuguesa, no había sido todavía dado oficialmente como extinguido en la tarde del sábado. Decenas de bomberos circulan entre las ruinas para apagar los últimos brotes del fuego, que el viernes por la tarde se reincendió con alguna intensidad en las traseras del Gremio Literario, en la calle Ivens, donde la Policía Judicial visitó el local para recoger indicios que permitan detectar las causas del incendio.Una comisión técnica, nombrada por el Gobierno y el Ayuntamiento, realizó el sábado una primera inspección a los edificios en ruinas y considera que las grandes fachadas de piedra de cuatro o cinco pisos, que dan para la calle del Oro, no ofrecen peligro inmediato de desmoronamiento.

Los tres heridos más graves provocados por el incendio siguen internados en el hospital San José. Dos se encuentran fuera de peligro, pero el estado de salud de uno de los bomberos inspira todavía serias preocupaciones.

Los semanarios que se publican en Lisboa durante el fin de semana dedican suplementos especiales a la tragedia. Las cuestiones que movilizan las atenciones son, en primer lugar, la determinación de las causas que provocaron el incendio inicial, ya que subsisten fuertes sospechas de una acción criminal, y las muchas deficiencias que se registraron durante la primera fase del combate contra el fuego, y que son consideradas como responsables por la gran extensión del incendio.

Está también abierta la polémica acerca de la futura reconstrucción de la zona derruida con enfrentamientos en la Prensa, entre partidarios de una restauración tal fiel como sea posible de los edificios destruidos y los defensores de una verdadera "renovación" del casco viejo de Lisboa, "aprovechando hasta sus últimas consecuencias las lecciones de un accidente que debe ser encarado como un aviso de mayores peligros futuros", según afirman los modernistas.

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