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SAN SEBASTIÁN DE LOS REYES

La doble sorpresa de Julio Aparicio

La actuación de Julio Aparicio ayer en el festejo inicial de la feria de la Pamplona chica fue sorprendente por partida doble. Su primer novillete presentaba algunas dificultades que no parecían insuperables para un cotizado diestro que ocupa altos lugares del escalafón. En el quinto, un malaje de pésima catadura, volvió a sorprender al cotarro al pergeñar una faena con mando y rutilante gusto.Aparicio sacó ese duende que lleva dentro y que aplica con cuentagotas. El desastre había sido total con el capote, y el diestro contemplaba a prudente distancia el pésimo desarrollo del tercio de varas. Los más negros presagios se habían extendido por los tendidos, cuando Aparicio destapó el franquito de las esencias, evidenció su casta y toreó. Lo hizo con la mano muy baja, alcanzado las mayores cotas del festejo. No hubo continuidad a sus magníficos redondos, pues el novillo seguía mansurreando y se rajó definitivamente. Entonces, Aparicio apuntó algún detalle paulista y finalizó con dignidad.

Sorando / Luguillano, Aparicio, De los Reyes

Novillos de Román Sorando, escasos de trapío, cómodos de cabeza y mansotes. El quinto sustituido por cojo por otro de la misma divisa. David Luguillano: estocada haciendo guardia y dos descabellos (vuelta); dos pinchazos y estocada caída (vuelta). Julio Aparicio: pinchazo sin soltar, media pescuecera y descabello (pitos); estocada baja (ovación). José Luis de los Reyes: pinchazo sin soltar y estocada deprendida (ovación y saludos); estocada (oreja). Plaza de San Sebastián de los Reyes (Madrid). 26 de agosto. Primera corrida de feria.

Las peñas se entregaron a su paisano, José Luis de los Reyes, quien adornó sus faenas con todo el valor del mundo y algo más. Abusó de la suerte del reclinatorio en todos los tercios, y aunque banderilleó desigual, los palos se distribuían desde una oreja al brazuelo contrario, allí existía auténtico valor. El mismo que demostró en dos pares citando de rodillas y quebrando en el último segundo cuando los pitones rozaban los alamares. Intercaló en sus arrebatadas faenas varios pases de mérito y técnica, como ya había demostrado en verónicas y chicuelinas. Superó con bizarría la prueba de hacer su primer paseillo de la temporada y cortó con justicia la única oreja.

Luguillano desarrolló con la franela las labores de mayor unidad y variedad del festejo. Con cargazón y ligando los pases se gustó y transmitió, a pesar de desarrollarlo todo con una aparente facilidad. También como de costumbre, largó unos abrazos horrendos que le privaron de un mejor resultado.

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