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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Hazañas bélicas

NINGUNA NOVEDAD aporta el último comunicado de ETA, en el que asume la responsabilidad de sus más recientes desmanes. Que acciones como la voladura de la vía férrea en Agoncillo, la colocación de explosivos en una fábrica de yogures o en varios concesionarios de automóviles sólo podían ser obra de ETA era algo que ya sabía todo el mundo. Que la pretensión de atribuir a tales barbaridades -200 millones de pérdidas en las del último fin de semana- la condición de genuinas hazañas bélicas forma parte de la retórica actual de ETA también es conocido. Que a la orgullosa exposición de tales hazañas se le añada el estrambote político de la negociación orientada a "la institucionalización de un nuevo marco democrático configurado por la alternativa KAS" tampoco constituye una novedad.Las únicas novedades hay que buscarlas fuera del papel de ETA. Una, que todos los partidos vascos -con la consabida excepción de HB- han expresado su escepticismo ante una supuesta voluntad negociadora que se expresaría colocando bombas y silenciando cualquier referencia a los seis meses de cautiverio del industrial secuestrado Emiliano Revilla. Otra, que esta vez el rudo comunicado ha venido a desautorizar también a los sectores de HB que habían adelantado "a título personal" versiones algo más sofisticadas de la voluntad negociadora de ETA. Ambas novedades constituyen, a su vez, un reflejo de los cambios producidos últimamente en la sociedad vasca.

Tras varios años en los que los temas suscitados por ETA y su entorno civil ocupaban el centro de la vida política vasca, determinando la actitud de todos los partidos y los comportamientos de gran parte de los ciudadanos, hoy las preocupaciones son otras. El acuerdo suscrito en enero por los representantes del 83% de la ciudadanía vasca vino a sancionar ese cambio, reconstruyendo el consenso que hizo posible el Estatuto de Guernica en 1979. Ello dejó sin coartada a quienes venían sosteniendo que la acción de ETA estaba legitimada por el apoyo implícito de la mayoría nacionalista de la población vasca. Sin tal coartada, la minoría violenta fue ya incapaz de seguir imponiendo la ley del silencio y se produjeron reacciones como las de Éibar y Elgóibar, símbolos de la nueva situación política.

Esa nueva situación ha afectado también, como no podía menos de ocurrir, a sectores de Herri Batasuna. Éste se debate ahora entre dos opciones contradictorias: seguir reduciendo su actividad a la de aportar cobertura ideológica a ETA, o comenzar a hacer política aprovechando el vacío dejado a su izquierda por la moderación de partidos como el PSOE, por una parte, y Euskadiko Ezkerra, por otra. Contradictorias, porque dificílmente podrá intervenir en los movimientos sociales si se ve obligada ajustificar acciones como los asesinatos de propietarios de bares donde presuntamente se vende droga o a dirigir sus esfuerzos movilizadores a objetivos como evitar que la gente compre helados de una marca francesa.

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Las distintas formulaciones del objetivo negociador serían la expresión de ese dilema. Los más inteligentes tratan de salvar todo lo salvable de las viejas banderas (y hoy ETA es unabandera, no una alternativa política), pero no pueden dejar de comprender que si de lo que se trata es de negociar entre los diversos partidos los asuntos que afectan al conjunto de la población, bastaría con acudir al Parlamento, donde cada fuerza cuenta con la representación que le ha sido concedida por los ciudadanos. Y que para ello no sólo no es necesario matar, secuestrar y destruir, sino que es imprescindible dejar de hacerlo. En otras palabras: que ETA no sólo es hoy una fuente de dolor inútil, sino una rémora, un peso muerto, un elemento anacrónico, incompatible con cualquier proyecto de futuro para Euskadi, y especialmente con cualquier proyecto de izquierda.

A esos dirigentes de Herri Batasuna que confiesan estar hastiados de tanta muerte corresponde ahora, si son sinceros, la responsabilidad de dar un paso al frente atreviéndose a informar a los que ordenan colocar bombas que sus hazañas bélicas resultan contraproducentes. Y lo demás, incluyendo un acuerdo que permita a los presos salir de las cárceles y a los fugados regresar a casa, vendrá por añadidura.

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