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Tribuna
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Marbella

Verano tras verano, con la. misma regularidad que la astronomía, se producen las noticias marbellíes o ibicencas sobre la jet-set.Dos propiedades, además de la puntualidad, caracterizan sus acontecimientos: una es la repetición del acontecimiento; la segunda es la confirmación de la carencia de acontecimiento.

La gente en vacaciones demanda una atmósfera de banalidad donde sea posible cerrar los ojos un mes y al abrirlos recobrar cada cosa donde estaba y como era. (El tiempo igual a cero.)

Los lectores contemplan las fotos de los Gunilla y Junot en Amnesia o Chorys no como paletos que abren la boca por cualquier cosa, sino como expertos que se aseguran de que la dosis veraniega de banalidad funciona correctamente.

Año tras año, la temporada estival debe recibir un aporte de nada cuya densidad y volumen auspicie el descanso perfecto. Para ello se afanan primeramente los de la jet-set, pero también toda la tecnología de comunicación de masas. Jaime Ostos, Hohenlohe, Mila ex Santana, la duquesa de Sevilla, no descansan hasta lograr que la porción de banalidad mínima se propague debidamente.

No es fácil. Quizá supongan ustedes que con fotografiarse en un concurso seudoerótico de Ku está todo hecho. En absoluto, el espectáculo de lo banal tiende a confundirse con lo indiferente, pero es un punto menos. La banalidad e,s la repetición menos uno. Una medida exquisita. Y la información debe poseer el tino justo para rozar los estímulos del veraneante sin perjudicar a la vez su sensación de que río pasa efectivamente nada.

He aquí la perspicacia de las secciones dedicadas a la jet-set. Ellas han descubierto el filón de la nada, pero es como tratar con el punto G. En su ración pertinente, en su lugar preciso, la nada es sexy. Pero un poco más y la nada es una afrenta a los lectores. La nada, como la muestra de lo banal, sólo es perfecta cuando, después de todo, no se opone a nada: un arte superior de los veranos.

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