El bululú de los partidos
Una definición clara del Partido Andalucista es, según el autor, una tarea primordial ante el próximo congreso de esta fuerza nacionalista. Para ello propone, días antes de cumplirse el aniversario del fusilamiento de Blas Infante, una consulta a los militantes y un sondeo a todos los andaluces para precisar los planteamientos ideológicos y la oferta al electorado.
Mudan la voz según... Según el personaje que conviene fingir, según la demanda que pretenden atraer, según aconseja la coyuntura, según quienes escuchen. Se valen de la antigua maña del bululú que, él solito en escena, variaba la voz según los tipos que imitaba. En el ámbito político, tal artificio, sobre fraudulento, resulta ya inaguantable. Si los partidos se abstienen de definirse, los electores nos abstendremos de elegir.No hay manera de que hablen con claridad. Se titulan "progresistas", "independientes", "centristas", "populares"... en calculado equívoco. Los que, por fuerza de herencia, han de exhibir una marca terminante, la corrompen con adobos tales que nadie sabe ya qué compra cuando vota. Afirman que "el voto no tiene sexo" para, una vez cazado el ingenuo sufragio, usarlo según capricho.
Urge una defensa del consumidor político. Porque en el mercadillo electorero encontramos en oferta un "danone de yoplait". Urge una como ley de patentes y marcas que evite candidaturas travestis. Ya, hasta los militantes ignoran por dónde campan sus jefes.
A los partidos nacionalistas tal esclarecimiento les resulta doblernente comprometido: ¿son de izquierda o de derecha?, ¿sólo regionalistas o de veras nacionalistas?, ¿es su nacionalismo cultural o político?; si es político, ¿federalista (o sea, eufemismo regionalista) o confederalista o independentista ya separatista? Lo que sean, ¿lo son como pretensión actual o con metas para un futuro más o menos utópico? Contra la doble ambigüedad (en lo social y en la configuración estatal), doble clarificación. Ya es hora.
Una alianza ocasional
Blas Infante era un nítido confederalista de la escuela pimargaliana. Desde esa inequívoca postura, llamaba a todos los andaluces autonomistas para una alianza ocasional. El 15 de junio de 1936, 46 días antes de ser preso para acabar fusilado, se dirigía "a todos los andaluces": "El organismo Acción Pro-Estatuto, formado por la Junta Liberalista de Andalucía con la colaboración de elementos de sindicales obreras, partidos de ideologías diferentes y entidades económicas y culturales, se dirige a vosotros para interesaros en la autonomía regional; aspiración que no excluye la particularidad de alguna doctrina ni programa religioso, político o societario. Quisiéramos que, por esta conveniencia comun, llegase a regir la paz entre vosotros, durante unos días (...) sin perjuicio de que, una vez conseguida la autarquía de nuestro pueblo, cada uno de los andaluces o cada grupo político (...) procurase orientar a Andalucía (...) por sus respectivos criterios de justicia y libertad".
Hoy, una sola formación política se declara heredera política de Infante: el Partido Andalucista. Ahora se apresta a su VII Congreso, En los anteriores, se han definido en lo tocante a izquierda-derecha por medio del interesante concepto de pueblo-clase en la "declaración del V Congreso", refrendado en el VI. Pero queda otra clarificación por acometer. Por efecto de sucesivas liquidaciones de partidos más o menos puros en su andalucismo (PSLA, de Clavero; PAU-PTA, de Isidoro Moreno; PSPA, y hasta cinco más), en el seno del Partido Andalucista se han ido encontrando andalucistas de vario matiz: regionalístas, nacionalistas federalistas, nacionalistas confederalistas e independentistas separatistas conforman en su interior corrientes no organizadas, pero reales y bien avenidas hasta el presente. Ha sido una dialéctica viva, fecunda. ¿En qué proporción?, ¿qué defienden para hoy sin ni urgir ni abandonar posibles tesis futuras? El conjunto del partido puede definirse por una declaración de sus notables que las bases maticen o ratifiquen, o por método más realista: la consulta a sus militantes y un sondeo al total andaluz. Con este segundo procedimiento, el Partido Andalucista acompasaría su ritmo al paso de los andaluces ejerciendo de vanguardia y no de elite divorciada por carta de más o de menos.
De aclarar su postura, el Partido Andalucista haría algo insólito y honrado. Sería lo nunca visto en este sonrojo escenográfico de partidos indefinidos en el fingimiento, la ambigüedad y la trapisonda. Del guiño pasaría al signo.
es licenciado en Ciencias Políticas y archivero de la Fundación Blas Infante.
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