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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El manifiesto comunista

EL DEBATE sobre el nuevo Manifiesto Programa del Partido Comunista de España (PCE), cuyo borrador está siendo difundido estos días, se inscribe en los esfuerzos de ese partido por recuperar los rasgos de su propia identidad tras la crisis que lo dividió dramáticamente a comienzos de la década, confinándolo a una situación marginal en la vida política española. El manifiesto programa ocupa en la tradición comunista un papel similar al del programa máximo en los partidos de la Segunda Internacional. Es decir, el de un marco de referencia general, deliberadamente atemporal y no sometido a consideraciones de oportunidad coyuntural, que sirva, sin embargo, para fundamentar política e ideológicamente las estrategias concretas -electorales, sindicales, de alianzas, etcétera- a desarrollar en un período amplio de tiempo.El programa hasta ahora vigente data de 1975. Procede, por tanto, de los años en que el crepúsculo del franquismo permitía a los comunistas albergar esperanzas en una ruptura con el régimen dictatorial encabezada por una izquierda hegemonizada por el PCE. De ahí que, a la vista de cómo rodaron las cosas en la realidad, muchos de sus planteamientos se tomasen anacrónicos casi desde su formulación. Sólo por ello ya resultaría oportuno el debate que ahora se anuncia. Pero ese debate se toma más necesario a la luz de la crisis de identidad que sacudió a las filas comunistas en los primeros años de la transición. Incapaz de llevar hasta sus últimas consecuencias organizativas la promesa de valoración de la democracia presente en el mensaje eurocomunista, el PCE, como otros partidos europeos nacidos de la tradición leninista, se deshilachó en un mar de contradicciones internas.

Si pese a ello no llegó a desaparecer fue por su capacidad para mantener su presencia en lo que quedó de los movimientos de masas de la cultura antifranquista y en particular en el movimiento sindical. Sin embargo, la ausencia de proyecto político que unificase los movimientos sectoriales se tradujo en un desfase entre la influencia de los comunistas en ellos y su capacidad de incidir en la vida política. Tras la llegada de los socialistas al poder, y pese a que el giro centrista de éstos favorecía estrategias clásicas de desbordamiento, los comunistas se encontraron en una situación paradójica: por una parte, eran capaces de bloquear determinadas iniciativas del reformismo socialdemócrata, lo que no pocas veces pudo favorecer a la derecha, o al menos a los sectores más moderados del PSOE; y, por otra, no sólo era incapaz de presentar una alternativa creíble a ese reformismo, sino ni siquiera de determinar en un sentido progresista las iniciativas gubernamentales.

Esa situación se ha traducido en una cierta incoherencia. El afán por no desengancharse del movimiento (en sentido genérico) ha llevado a la dirección comunista a apuntarse a las más heterogéneas causas, unas progresistas, otras apenas y algunas francamente reaccionarias. La confusión entre ecologismo y antiindustrialismo, entre movilización sindical y agitación corporativa, presentes en algunas iniciativas puntualmente secundadas por el PCE en los últimos años, son consecuencia de la ausencia de ese proyecto político capaz de dar coherencia a las intervenciones políticas o sociales. La ausencia de una política clara de defensa adecuada a la nueva situación internacional de España, por ejemplo, favorece oportunismos de distinto signo en intervenciones coyunturales, del mismo modo que la falta de definición respecto al desarrollo autonómico permite apuntarse simultáneamente a iniciativas contradictorias entre sí. La suma de tácticas no es todavía una estrategia.

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Por ello, y al margen del mayor o menor acierto de las respuestas ofrecidas en el borrador del nuevo manifiesto -que en todo caso será pulido por el debate-, la iniciativa de lanzar éste parece un paso necesario, aunque seguramente no suficiente, para que el PCE logre colmar el vacío político dejado a su izquierda por el actual partido gobemante.

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