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Tribuna
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Relajación

Las rotundas afirmaciones del presidente González sobre la imposibilidad de que se demuestre la implicación del Estao con los GAL han causado una general sensación de alivio e incluso han paralizado la labia crítica de ciertos medios de comunicación, inicialmente molestos y ahora complacidos porque lo que creían chapuza resulta ser obra de arte.Los estudiosos de Maquiavelo obtienen gracias al presidente del Gobierno español un nuevo caso para la casuística del maquiavelismo: el poder asume la filosofía de la fontanería de desagüe, pero nos dice que nadie va a conseguir demostrar que practica fontanería de desagüe. Así planteado es algo más que un juego de palabras, es un desafío y una advertencia pedagógica dirigida hacia los espíritus democráticos demasiado sensibles. Un clavo saca otro clavo, y contra el terrorismo hay que organizar otro terrorismo, pero sin que jamás pueda demostrarse la implicación del Estao, que es la variante fonética gonzalera del Estado. Variante engañadora, porque Estao suena a más leve que Estado, pero es lo mismo. Los ilusos que soñaban en el cambio ético, y, por tanto, en una variante profunda de la eticidad del Estado, que se vayan a ayudar a la madre Teresa de Calcuta a poner parches Sor Virginia.

Situados ya en el consensuado orden moral de dobles verdades yuxtapuestas por el guiño de complicidad del Estao, el caso de los GAL se relativiza hasta límites insospechados, sin que por ello pierda su naturaleza de materia de reflexión moral. Pero ya no se trata de la grave cuestión de si es lícito o no que el poder practique fontanería de desagüe y convierta el secreto de Estado en materia de letrinas reservadas.

Ahora ha llegado el momento de debates morales light, por ejemplo: ¿se puede organizar el terrorismo de Estado utilizando tarjetas de crédito o no? ¿Llegaría el límite de permisividad a autorizar la tarjeta de crédito de oro para trabajos de fontanería fina?

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