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RELIGIÓN

El Vaticano intenta aislar al cismático Lefebvre

Juan Arias

Ha empezado ya la operación vaticana para recuperar y darles abrigo y puente de plata a los seguidores de Lefebvre que deseen abandonar al arzobispo cismático y volver al redil de Roma. En esa línea hay que interpretar la entrevista que a primeros de mes tuvo el papa Juan Pablo II con Joseph Bisig, de la Fraternidad de San Pedro, una asociación que había nacido paralelamente a la Fraternidad de San Pío X, de Marcel Lefebvre, con las mismas ideas, pero sin romper con Roma.

La noticia de dicha entrevista, que había permanecido en secreto hasta ahora, ha sido divulgada por el semanario 30 Giorni, del movimiento conservador, cercano al Vaticano, Comunión y Liberación, que publicará en su próximo número una conversación con Bisig.Él superior de la Fraternidad de San Pedro, que tiene su sede en una abadía cisterciense cercana a Friburgo (Suiza), se muestra poco explícito sobre el contenido del encuentro con el Papa, al cual, según afirma, asistieron también otros sacerdotes tradicionalistas y el cardenal Paul Mayer.

El jefe de la nueva Fraternidad de tradicionalistas afirma que ellos no están contra Lefebvre, aunque no quieren romper con Roma. Con el arzobispo cismático les une, sin embargo, como afirma Bisig, "la misma lucha contra el modernismo y el progresismo". "Nosotros queremos realizar esa lucha dentro de la Iglesia, ya que nunca hemos tenido la tentación de abandonarla", añade Bisig.

Al parecer, ya 16 sacerdotes y 20 seminaristas lefebvrianos se han pasado a ellos para no incurrir en la excomunión de su jefe espiritual. Se trata de un número aún muy exiguo, pero Bisig considera que puede aumentar. "Todo depende", afirma en sus declaraciones a 30 Giorni, "de la rapidez con que funcionen las instancias vaticanas".

[Estos religiosos se entrevistaron los pasados días 18 y 19 en la abadía cirterciense de Hautrive, situada en el cantón suizo de Friburgo, con el obispo Camilo Perl, secretario permanente de la Congregación para el Culto Divino, quien actuaba como enviado papal, informa la agencia France Press.]

Pero Roma no se hace demasiadas ilusiones acerca de la posibilidad de un regreso masivo de los rebeldes tradicionalistas al redil. El Vaticano sabe que no puede desdeñarse el ardor combativo de los principales seguidores del arzobispo cismático, especialmente el de los cuatro jóvenes obispos por él consagrados recientemente.

También en Roma existe ya una casa, fundada antes de la ruptura definitiva de Lefebvre con el Papa, para recuperar a los tradicionalistas que desean seguir la doctrina conservadora del arzobispo francés pero que no comparten con él la separación de Roma.

Concesiones del Papa

Ya el Papa les había concedido a dichos sacerdotes y seminaristas prácticamente todo lo posible e imaginable para que no tuvieran la tentación de irse con Lefebvre. Los sacerdotes pueden celebrar los ritos y vivir en la tradición de antes del concilio, mientras que a los seminaristas se les permite formarse en la ortodoxia más rígida del siglo pasado.En realidad, la estrategia de Roma es la de disminuir la importancia del cisma de Lefebvre, que no crea buena imagen al papa Wojtyla. Todo ello choca con la rigidez que el mismo Vaticano, especialmente la Congregación para la Doctrina de la Fe o ex Santo Oficio, emplea con los teólogos de la liberación. Baste recordar que mientras a los lefebvrianos se les permite usar el rito latino anterior al concilio (donde a los judíos, por ejemplo, se les llama "pérfidos" y se les acusa de haber matado a Cristo), el obispo Casaldaliga, el pastor de los indios de Brasil ha sido citado ante los tribunales del ex Santo Oficio acusado de haber añadido a las palabras de la consagración en la misa "éste es el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo", la frase,"y también la injusticia y la muerte".

El hecho de que la Iglesia del papa Wojtyla tenga dos medidas diferentes para los tradicionalistas y los progresistas, en los ambientes teológicos oficiales se explica afirmando que Roma en este momento sabe que los cismas y las desobediencias públicas le pueden llegar sólo por la derecha, ya que los teólogos de la liberación nunca provocarán un cisma, porque nunca han mostrado la menor intención de separarse de Roma.

Ellos dan al papado sólo un valor relativo al considerar que la verdadera Iglesia es, como había sancionado el vaticano II, "todo el pueblo de Dios" y no sólo la jerarquía.

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