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LA PAZ SE ASOMA AL GOLFO

Guerreros contra sacerdotes

Un millón de personas han resultado muertas o heridas en una guerra que nadie podía ganar

Si a un ordenador se le facilitan todos los datos conocidos de la guerra del Golfo y se le pide un pronóstico, su respuesta es: "No puede haber vencedor. El único resultado posible son las tablas permanentes". En casi ocho años de conflicto han muerto o resultado heridas más de un millón de personas para nada, para el único provecho de los mercaderes de armas y de las superpotencias interesadas en que ninguna fuerza local descuelle en la región del golfo Pérsico. A veces los guerreros de Bagdad han tenido una ventaja temporal; pronto la han recuperado los sacerdotes de Teherán.

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Irán e Irak sólo cerraron sus respectivas embajadas en Bagdad y Teherán en octubre de 1987, a los siete años de comenzado el conflicto bélico. Un retraso tan increíble obedecía a que ninguna de las partes quería que la decisión de romper relaciones diplomáticas pudiera ser usada algún día como prueba de su carácter de agresor en la guerra del Golfo.La designación de Irak como agresor ha sido la batalla que en el último año ha librado con escaso éxito la diplomacia iraní. Irán quería el alto el fuego, aceptaba la resolución 598 de la ONU, pero pretendía que se proclamara universalmente la culpabilidad de su rival.

Ese objetivo era cada día más difícil de obtener en los últimos meses. Irak ha recuperado casi todos los territorios que el enemigo le había arrebatado; Estados Unidos, aliado tácito de Bagdad, aprieta cada vez más en el Golfo. En el interior de la República Islámica, la situación económica va de mal en peor, la moral desciende en picado y la muerte del imam Jomeini podría estar ya muy cercana. El 22 de septiembre de 1980, Sadam Husein dio a su Ejército la orden de penetrar en territorio iraní, esgrimiento unas oscuras provocaciones del vecino oriental. El presidente iraquí acababa de abolir unilateralmente el tratado de Argel de 1975, por el que ambos países habían delimitado sus fronteras.

Los primeros 20 meses del conflicto parecieron dar la razón a la apuesta iraquí. Las tropas de Sadam Husein fueron de victoria en victoria, frente a un Ejército iraní desconcertado por la caída del sha y el ascenso al poder de los ayatolás. Los iraquíes llegaron a tomar la importante ciudad iraní de Jorramsar.

Duró poco la euforia de Bagdad. Teherán contraatacó tras una espectacular movilización popular. Miles de guardias revolucionarios y basiyis dieron su sangre por la recuperación de Jorramsar, en una larga batalla que se llamó el Stalingrado de Irak. En contra de lo que muchos analistas habían creído, el Ejército regular iraní cerró filas en torno a sus nuevos dirigentes.

Pasaron años oscuros, en los que la del Golfo fue llamada por la Prensa internacional la guerra olvidada. La toma de la estratégica península iraquí de Fao, en febrero de 1986, dio un vuelco a la situación. Fao está a sólo 40 kilómetros de la isla kuwaití de Bubiyan, y su captura por los iraníes llenó de inquietud a los emiratos petrolíferos del Golfo y a sus protectores occidentales.

En aquellos momentos, Irak ya había renunciado a ganar, y anunciaba su disposición a aceptar un alto el fuego que dejara las cosas como estaban en 1980. Pero Irán seguía expresando su deseo de victoria y anunciaba una inminente ofensiva final.

La guerra del Golfo es reflejo de la secular rivalidad entre árabes y persas, y un episodio de la disputa entre Irak e Irán por el control del Chat el Arab, el pantanoso estuario formado por la unión de los ríos Tigris y Éufrates en la boca del golfo Pérsico. Se trata de uno de los lugares del mundo más ricos en petróleo Pero sobre todo, la guerra es la expresión del principal conflicto que desgarra desde hace una década el mundo musulmán. Los regímenes de Bagdad y Teherán expresan dos posiciones radicalmente diferentes sobre el futuro de los países islámicos. El baasismo en el poder en Irak cree en el progreso material, la sociedad secular, la emancipación de la mujer y el nacionalismo. Para los jomeinistas, la ideología baasista es el colmo de la impiedad. Ellos son una muchedumbre popular inspirada por el idealismo, la teocracia, el tradicionalismo y el sueño panislámico.

Occidente toma partido

Occidente, al principio indiferente a la guerra, terminó tomando el partido de Irak el día que comprendió lo que se estaba jugando en aquella carnicería. Estados Unidos y el Reino Unido han estado a la cabeza de la cruzada antiiraní y han sido los principales defensores de imponer un embargo de las armas destinadas a Irán. La amenaza del embargo no ha preocupado nunca seriamente en Teherán, dada su habilidad para proveerse en el mercado negro mundial, probada con el Irangate, cuando consiguieron armas de la propia Administración de Ronald Reagan.

Irán comenzó a perder sus escasas posibilidades de ganar en enero de 1987, cuando no pudo rematar la operación Karbala 5. Unos 100.000 guardias revolucionarios y basiyis se lanzaron a la conquista de la orilla occidental del Chat el Arab y llegaron a pocos kilómetros de los palmerales de Basora. Allí se quedaron empantanados. Los iraníes lanzaban oleadas humanas, que atacaban de noche por terrenos inundados. Llegaban a pecho descubierto, y luego intentaban asentar sus capturas acarreando artillería. Entonces ya era de día y tocaba el turno a Irak. Su muralla de fuego era tremenda. Desde 1984, dispone de una poderosa línea defensiva de 80 kilómetros al este de la autopista que une Basora con Bagdad.

Karbala 5, la posibilidad de que Irak pudiera perder la guerra, alertó al mundo árabe, que, con excepción de Siria y Libia, cerró filas en torno a Bagdad en la cumbre de Amman.

Los iraníes están convencidos de que si su revolución no hubiera sido islámica, es decir profundamente antipática para Occidente, los ataques norteamericanos contra sus buques de guerra, plataformas petrolíferas e incluso uno de sus aviones civiles, habrían provocado indignadas manifestaciones de protesta a lo largo de todo el mundo.

La guerra del Golfo ha matado o herido a un millón largo de personas, con una combinación de armamento moderno, tácticas de la primera y segunda guerras mundiales y, por parte iraní, el fervor de una guerra santa medieval. Bagdad y Teherán han sufrido bombardeos con misiles como los padecidos por Londres en la época de las bombas volantes alemanas. Sus respectivos ejércitos han hecho una guerra de trincheras, en las que conquistar una pequeña isla o una colina suponía auténticas sangrías. Los iraníes han resucitado las minas en las aguas del Golfo, y sus rivales han usado a conciencia las prohibidas armas químicas.

Esta guerra ha puesto en ridículos los complejos equipos bélicos guiados por computadores, como el del crucero norteamericano Vincennes, que no pudo distinguir un gran avión civil de un cazabombardero.

Irán ha contado con la ventaja de que su población es al menos tres veces superior a la de su contrincante. Por eso ha puesto siempre el acento en los combates terrestres, que movilizan cientos de miles de hombres. Irak ha empleado a fondo su superior entrenamiento militar y su mucho mejor arsenal. En particular, los iraquíes han utilizado su superioridad aéra de cinco a uno. Entre septiembre de 1986 y agosto de 1987, los Mig 25 y Mig 21 iraquíes efectuaron 23.407 misiones de combate contra objetivos económicos, petrolíferos y militares de sus rivales.

El 17 de agosto de 1987, el semanario norteamericano Time dedicó su portada a Jomeini, con un este titular: Irán, contra el mundo'. Irán tal vez podría haber ganado una guerra contra Irak, pero nadie ha vencido al resto del universo coligado. El resultado sólo podía ser de tablas.

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