Defensa de la jerarquía eclesiástica

He visto en su diario las críticas hechas por algunas comunidades de base católica contra los obispos españoles por las sanciones impuestas a tres teólogos. Como católico me duelen estas protestas que en realidad van contra la Iglesia. Creo que todas estas polémicas tienen su origen en un mal planteamiento y en una falta de conocimiento de lo que es la iglesia en realidad. Ésta ha sido fundada por Jesús, hijo de Dios, que vino al mundo para redimir al hombre del mal y revelarnos la verdad, es decir, el porqué de nuestra existencia. Jesucristo hizo a la Iglesia depositaria de esta revelación y, por tanto, debe vigilar para conservar intacto este mensaje. No puede permitir que en su seno se divulguen ideas que vayan direc-Pasa a la página siguiente

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tamente contra la doctrina evangélica.

El que pertenece a una sociedad, club o entidad cualquiera que sea, sabe perfectamente que debe sujetarse a unas normas, y si no las cumple, será sancionado en una forma y otra. A nadie se le ocurrirá decir que quien exige el cumplimiento de tales normas está infringiendo los derechos humanos. Lo mismo sucede con la Iglesia. Ella promueve los derechos humanos, pero se debe tener en cuenta que más bien es una sociedad teocrática más que democrática, cuya cabeza, Jesucristo, es Dios, al que se le debe una sumisión y obediencia absoluta a Él y a su divina palabra.

El que se dice cristiano y no entiende esto ignora la realidad del cristianismo, que se basa en el seguimiento de un Dios de amor muerto en la cruz y resucitado, y que por ser cristiano debe aceptar y seguir el espíritu evangélico. Nadie debe extrañarse si se aparta públicamente a algún miembro de estos principios y es amonestado, sancionado o relevado de su cargo. Tampoco esto es faltar a los derechos humanos.

No busquemos fórmulas que nos hagan el camino más cómodo o llevadero si éstas nos apartan del Evangelio, que es intocable, y no habrá ningún Papa, ya sea integrista o progresista, que vaya contra la palabra divina, lo mismo en lo tocante a la fe como a la moral.

En lo demás sí que la Iglesia puede ajustarse según la evolución de los tiempos, y de hecho va cambiando, tal vez no tanto como algunos desearían, pero los fundamentos de la fe y moral son permanentes.-