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Puro nervio

Vicente Gigante Real, el recluso que retuvo al capellán de Carabanchel, un experto en autolesiones

Amelia Castilla

El recluso Vicente Gigante Real, de 31 años, alias Gigante, se cosió la boca la pasada semana. El interno fue trasladado de la prisión de Carabanchel a la de Meco el pasado domingo, horas después de que retuviera, armado con un pincho, al capellán. Gigante lleva 11 años encarcelado por robo con homicidio. Está considerado un experto en autolesionarse. Fue uno de los reclusos que testificó contra los funcionarios de Herrera de la Mancha acusados de torturas. Tras declarar en el juicio, el preso se escapó por un ventana del coche celular.

La carrera de Gigante se torció una madrugada del mes de octubre de 1977 en la recepción del madrileño hotel Claridge. Entonces tenía 20 años e iba acompañado por otros dos jóvenes. Los tres entraron en el hotel armados con una recortada. En el vestíbulo estaban el vigilante nocturno, el recepcionista y el conserje. Cuando el recepcionista se disponía a entregarles el dinero de la caja, Ricardo Buenadicha, el conserje del establecimiento, intentó agredir con un palo a uno de los asaltantes. Buenadicha recibió un disparo en la cabeza y cayó fulminado al suelo. Los atracadores escaparon con un botín de 6.000 pesetas.

Robo con homicidio

Los tres atracadores fueron de tenidos días después por inspectores de la comisaría de Ventas. La policía acusó entonces a uno de los colaboradores de Gigante, Antonio Lozano, apodado el Majara, de ser el autor material del disparo. Los atracadores fueron condenados por robo con homicidio a 23 años de cárcel, cuatro meses y un día. Desde entonces, Gigante ha recorrido la mayor parte de las prisiones españolas. Fuentes penitenciarias califica ron al preso como un experto en autolesionarse. Durante los 11 años que lleva privado de libertad se ha provocado numerosos cortes y en más de una ocasión se ha tragado cucharas y hierros para protestar por su situación. Gigante es un hombre de complexión delgada y bajito. Las personas que lo conocen lo definen como "puro nervio". Tiene aspecto de niño desvalido, pero se defiende bien dentro de la prisión. "No es de los hombres que se dejan comer por otros", asegura un funcionario.

El preso saltó a las páginas de los periódicos con motivo del juicio por malos tratos celebrado en Ciudad Real contra funcionarios de la cárcel de máxima seguridad de Herrera de la Mancha. Gigante, que fue acusador además de testigo, testificó que el funcionario Eutiquio Gil le había pegado en dos ocasiones con la porra eléctrica. Durante la celebración de la vista aseguró que había sido amenazado de muerte si declaraba y pidió garantías de que no le iba a ocurrir nada al volver a prisión. "Bueno, si le matan, ¿qué le vamos a hacer?", le respondió entonces el presidente del tribunal.

El recluso disfrutó después del juicio de tres meses de libertad. Cuando regresaba a Meco, escoltado por la Guardia Civil, logró escaparse del vehículo celular que lo devolvía a la cárcel forzando la rejilla de una de las ventanillas. Gigante aprovechó un semáforo en rojo en la glorieta de Cádiz, a la entrada de Madrid por la carretera de Andalucía, para saltar del vehículo por el minúsculo hueco de la ventana. Corriendo como un loco atravesó la autopista y se perdió por las calles próximas perseguido por varios guardias. Testigos presenciales del suceso aseguraron entonces que el evadido había sido atropellado por un coche. Cojeaba ostensiblemente y estaba herido, pero no pudieron alcanzarlo.

Lo detuvieron 93 días más tarde en la localidad de Villaviciosa de Odón. En la calle conoció a Carmen Carmona, con la que se casó meses después en la capilla de la prisión. Su esposa es una de las personas que mayor influencia tienen sobre él. El pasado domingo Gigante retuvo durante casi cuatro horas al capellán de la prisión de Carabanchel. El recluso quería una revisión de su causa, puesto que, según sus palabras, no cometió el delito por el que fue condenado, y pedía hablar con su mujer.

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