El nuevo mensaje de Pujol
JORDI PUJOL abre su tercer mandato con un nuevo mensaje de colaboración con el Gobierno central. La elección de los máximos responsables políticos de la gestión autonómica, al igual que la selección de los ministros, debería ser una química muy simple: se define un programa y se buscan las personas más adecuadas para su ejecución. Pero, a la hora de la verdad, no todo resulta tan sencillo. En el caso de Pujol, las imprecisiones programáticas desdibujan a sus consellers, muchos de los cuales han limitado en el pasado su tarea a la estricta obligación que se deduce de la etimología de su cargo: aconsejar al verdadero y único ministro del Gobierno catalán, el propio presidente.Las principales novedades del nuevo Gobierno de Pujol radican en la identidad de los consellers de Economía y Finanzas y de Gobernación, Ramón Trias Fargas y Josep Gomis, respectivamente.
El catedrático Ramón Trias Fargas ya fue conseller de Economía entre 1980 y 1982 y presidió la Comisión Mixta de Valoraciones Estado-Generalitat. De este período sacó la conclusión sin matices de que la asfixia financiera del Gobierno catalán era una operación premeditada de la Administración central. La ausencia de un programa acabado de desarrollo autonómico desde el Gobierno central y la cicatería que a veces se manifiesta en la lentitud que registra el envío de los recursos adeudados a las comunidades autónomas son hechos comprobados, pero el triste récord catalán de ser la autonomía más endeudada tanto en valores absolutos como relativos no puede explicarse, como siempre, atribuyendo todos los males a Madrid. El nuevo responsable de las finanzas de la Generalitat deberá aclarar satisfactoriamente y dentro de los plazos legales -que ahora ya se han superado- la ejecución de los presupuestos, el baile de los intereses bancarios que percibe la institución y su política subvencionadora.
Trias no puede perpetuar un discurso de irresponsabilidad política y el reajuste de sus análisis deberá acelerarse ante las palabras con que el propio Pujol ha abierto este nuevo mandato: colaboración y comprensión mutuas entre la Generalitat y la Administración central. Es de esperar que no se trate de un amago dialéctico para, dentro de unos meses, dar mayor perspectiva y contundencia a un nuevo contencioso. La colaboración no supone debilitamiento ni renuncia. La actual situación vasca, tan envidiada en muchos aspectos por Convergència, sería un ejemplo imperfecto de lo dicho.
La elección de Gomis presenta otros rasgos. En la biograria oficial remitida por la Generalitat tras su nombramiento no figuraba un dato que ni al propio Gomis parece repugnar, su adhesión pasada al Movimiento Nacional. Es cierto que revalidó su condición de alcalde franquista en Montblanc (Tarragona) con el voto democrático y que el pasado personal no puede ser un anatema fulminante para el presente. El propio Pujol sacó el ejemplo de Adolfo Suárez, pero la comparación es desproporcionada: el ex presidente, con el papel jugado en la transición, se hizo acreedor a una indudable legitimidad democrática. El caso Gomis, un hombre que reitera que su discurso es igual al de hace 20 años, ilustra el fácil cobijo que el llamado franquismo sociológico puede hallar en Convergència.
El nuevo Gobierno de Pujol puede buscar el reforzanuento de la identidad nacional de Cataluña sin necesidad de mantener una tensión prefabricada y agotadora. Éste es su gran reto.
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