Chistes para el camino
CUANDO MILLONES de españoles se disponen a enfrentarse con la incierta aventura de transitar las carreteras españolas en un viaje que para unos cuantos centenares de ellos no tendrá retorno, las autoridades responsables ofrecen este año dos grandes novedades: una red de supuestos atajos llenos de kilómetros en obras y una especie de catecismo en forma de casete hortera, con consejillos, canciones y chistes, para acompañar el viaje.La experiencia de la pasada Semana Santa, durante la cual más de 200 españoles se dejaron la vida en los caminos de cabras que en España se llaman carreteras, debiera haber ]lecho reflexionar al Gobierno sobre la eficacia de las campañas de información -siempre bien venidas, desde luego-, cuando la infraestructura vial de nuestro país el único consejo que admite es el de que nos quedemos en casa. La política llevada a cabo por la Dirección General de Tráfico desde que: le fue encomendada a Rosa de Lima Manzano ha tenido,como eje principal hacer caer el grueso de las culpas de los accidentes sobre los conductores. Las campañas de propaganda insisten en esa responsabilidad, Cuando lo cierto es que los modernos automóviles, con unas posibilidades que en muchos casos suplen la impericia o la imprudencia de los conductores, limitan considerablemente la incidencia dé los errores humanos, a condición, naturalmente, de que allí por donde se circule ofrezca unas condiciones elementales. Lo realmente peligroso para el tráfi,co español. es que la calidad de la red principal no ha mejorado en los últimos años al mismo ritmo que la modernización del parque automovilístico y que el aumento en la afluencia millonaria de turistas; la red secundaria, en la que se produce el 50% de los accidentes, está pésimamente señalizada y peor conseirvada, y por falta de una planificación elemental, la fiebre de reparación de calzadas -¿para cuánto tiempo?- coincide con el momento central de las vacaciones estivales. Los responsables políticos de la alta incidencia de siniestralidad en nuestras carreteras se sientan en el banco azul del Gobierno. Los errores humanos son precisamente los cometidos por el ministro de Obras Públicas y por el de Transpertes, que se suman a las naderías imaginadas por Interior a la hora de organizar el tráfico y a las manías anticonstitucionales de este Gobierno, que no sólo no responde sobre los GAL, sino que se apresta a poner cuanto antes a este país, o al menos a sus conductores, en situación de libertad condicional, salvo mejor opinión del guardia de la porra de turno.
En efecto, porlo que se conoce de la futura ley de tráfico, esa concepción en virtud de la cual el automovilista es considerado siempre el principal sospechoso se traduce en que uria actitud eminentemente represora sobre el conducitor va a primar sobre las obligaciones que la Administración tiene en la seguridad viaria. Así, se anuncia un fuerte aumento de las sanciones econóruticas y no se tiene empacho en recurrir a figuras jurídicas del pasado, claramente inconstitucionales, como son atribuir valor de prueba a la denuncia del agente y poner en pie una verdadera jurisdicción administrativa para enmendar la plana a la judicial en el caso de que ésta no aprecie ninguna infracción penal en la conducta del automovilista.
Esta política de palo y tentetieso para el administrado es muy del gusto de la gobernación al uso. Y por muchos chistes que nos cuente Rosa de Lima Manzano en las casetes esas que reparte, el más gracioso de todos sigue siendo la promesa de Felipe González de que prescindiría de todo aquel administrador que lo hiciera mal. Para desternillarse, vamos.
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