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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Cómo se llama

Estoy desolado. Tras 13 años de razonable felicidad matrimonial, fruto de un esfuerzo reconversor sin precedentes, por el cual he pasado de la exigencia de zapatillas y periódico al llegar a casa, el puchero humeante y la compota casera, a permitir que mi cónyuge, y sin embargo amiga, me acompañe al fútbol los domingos, más que nada por darle en las narices al cursi de Perales. Tras esos dos lustros y pico, digo, me acabo de llevar un chasco.De poco me han servido tan descomunales esfuerzos -incluso he llegado a comentar alguna jugada con ella- por adecuar mis tendencias magrebíes a los designios de un entorno social donde las mujeres van conquistando preocupantes cotas (hoy es el 25%, mañana quizá el 26%). Baldío habrá resultado también mi empeño en no soliviantar más de lo estrictamente higiénico a las fuerzas clericales. Tanto cilicio para que al final, y azuzada por un resultado fiscal francamente urgente, venga mi hasta ahora santa esposa y me lo espete así de crudo:

-Deberíamos separarnos.

-Pero... dime al menos cómo se llama.

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-Solchaga, Borrell, qué más da. Se han propuesto hundir a los matrimonios trabajadores.

De esta manera, el fulgor de una frase, la rotundidad de una fatal determinación, me hacían comprender de pronto la justificación de tanto quejido episcopal: estos tipos del Ministerio de Hacienda se han propuesto socavar la institución familiar, empujando a quienes, en estricto cumplimiento sacramental, unen cuerpos, almas y nóminas a un lascivo, pero fiscalmente más liviano, concubinato. Y lo peor de esta descristianización no es el pecado en sí, ni la angustia de los pastores ante tanta oveja descarriada: lo realmente revelador es comprobar con machacona reiteración cómo el más preclaro predicador del laicismo fiscal, José Borrell, machaca dialécticamente a cuanto disidente se le pone por delante, sea dirigente sindical, empresario, sociólogo, artista o evasor a secas. Tan convincente resulta, que mi mujer y yo, aun cuando no acabemos de comprender por qué tenemos que pagar más que los pecadores, le consideramos no sólo el bueno de esta historia, rol que en estricta justicia le reclama a Maruja Torres, sino también martillo de obispos y laicizador excelso, lo que no es malo, sino todo lo contrario.-

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