Cataluña ante sus elecciones
Me pongo a escribir estas líneas recién regresado de Barcelona y de Manresa. En lo que va de año estuve en Barcelona y en el Bajo Ampurdán, en Lérida y en Barcelona. En suma, en Cataluña y en Barcelona. ¿Cuál es la relación entre ambas? En tiempos lejanos, Barcelona era, sin más, catalana; en los modernos, Barcelona ha predominado, con mucho, sobre Cataluña. Actualmente, el pujolismo está buscando un equilibrio catalán-barcelonés, una Barcelona envuelta en Cataluña y por Cataluña. Es el ensimismamiento del que ha hablado recientemente Xavier Rubert de Ventós.Ensimismamiento que, contra lo que tienden a pensar algunos castellanos, no es lo mismo que provincianismo. Acabo de estar hablando de la moda como lenguaje en Manresa. Los alumnos de su pequeña Escuela de Diseño Textil, hija de la gran Escuela de Ramón Folch, ambientaron y decoraron el antiguo y bello local del bar-restaurante El Sielu con tal arte y acierto que yo nunca he dado una conferencia o, más bien, charla, más a gusto que allí, con la hermosa obra plástico-textil de Roser Oduber al lado, y donde una serie de entidades socioculturales e industriales se asociaron para presentar, bajo el lema de Moda més que modas, el trabajo de aquella zona tan textil que es el Bages y Berguedà. ¿Es esto provinciano?
Es, sí, muestra de ese ensimismamiento que en la pluma de mi antiguo discípulo tiene algo, mucho, de poético y también de orteguiano, pero, y éste es el riesgo, sin alteración, sin salida de la mismidad, sin mirada allende las propias fronteras. Mas por otra parte me pregunto: ¿puede seguir siendo Barcelona, holgadamente como en otros tiempos de general provincianismo, la vanguardia cultural de España? La apertura geográfica y lingüística a Francia en los tiempos en que Francia era el centro de Europa y Europa era Occidente, favorecía a Cataluña-Barcelona. Hoy las cosas han cambiado. (Y, sin embargo, es en la supuestamente provinciana Lérida donde existe el único club británico privado de España que yo conozco, quizá, á rebours, otra muestra del acusatorio provincianismo.) Por eso se fomenta el renacimiento de las identidades comarcales y locales (salvo, dicen los interesados, la del aranés), en un ensayo general de los micronacionalismos como forma probable de la Europa del porvenir, y se alaba desde el poder la forma de vida catalana de payeses y botiguers.
La cuestión profunda que, a mi parecer, se plantea, es la de si el equilibrio deseable va a seguir siéndolo o no en saludable tensión: tensión hasta ahora visible para todos en el frente a frente de Generalitat de Cataluña y Ayuntamiento de Barcelona, en la plaza de San Jaime, de nacionalismo populista y olimpiadas y modernización social.
La impresión que, sin embargo, yo me he traído, es la de que el PSC retrocede y se da por vencido de antemano. Ya al salir del aeropuerto el contraste entre los carteles de Convergència y Pujol, en colores, los del PSC y Obiols en blanco y negro (según algunos, y en principio, para que la perfección de los rasgos fisonómicos de este último pueda apreciarse así de manera más veraz), me hizo pensar en nuestros premios de colegiales, medalla de oro para uno, medalla solamente de plata o simplemente plateada para el otro... Y la medalla de bronce, el accésit, si estuviera en mi mano, yo se lo daría a Iniciativa per Catalunya (IC), la Izquierda Unida catalana, que ha acertado a mantener en su seno nombres tan valiosos como los de J. M. Valverde y M. Vázquez Montalbán, Josep Benet y Josep Fontana, Raimon y María del Mar Bonet, bajo el liderazgo político de Rafael Ribó.
Sí, se diría que sobre el equilibrio en tensión va a prevalecer el consenso en una ambigüedad aceptada, la indefinición, el pacto implícito, el nacionalismo populista que es, por tanto, de derechas, pero que posee en la persona del presidente, noble historial antifranquista, un nacionalismo que como tal no hace nunca acto de presencia en la Zarzuela, pero que recibe al Rey con los honores que le corresponden y a la vez financia a la Crida "cuando lo merece"; patrocina, bajo el un tanto pedante rótulo de vexilología, estudios al parecer increíblemente profundos sobre banderas -fachada racionalizadora de la vieja y tediosa querella-, y proclama que "somos una nación que quiere su libertad".
Y que avanza. Cité al principio a Lérida y a Manresa: en ambas ciudades hubo hasta las últimas elecciones municipales una Administración local socialista; ya no la hay, y probablemente el pujolismo conseguirá dentro de unos pocos días enorme triunfo. Cataluña no ha resuelto su problema, pero el seny de Jordi Pujol. lo mantiene contenido y como a la espera, en rotundo contraste con la situación del País Vasco.
El lema de la campaña electoral ha sido, como se sabe, Tot per Catalunya. Pero también, aun cuando no impreso, y dicho ahora en castellano, Cataluña para todos. O sea, según su presidente, una Cataluña con pleno "sentit de globalitat", en la que ex comunistas, inmigrantes, catalanes de lengua materna castellana y en general todo el mundo, "pueda vivir tranquilo". ¿Será esto posible? Y, de serlo, ¿a qué precio?
En suma, se diría que si, como parece, el triunfo de Pujol va a ser rotundo, en breve plazo el equilibrio en tensión habrá de ser reemplazado por un general equilibrio en la ambigüedad. ¿A qué jerga actual nos suena esta última palabra? Sería paradójico, sorprendente y, en definitiva, muy del gusto de Jordi Pujol, que el supuesto provincianismo catalán de su política terminara revelándosenos como una realización en vanguardia de la mismísima posmodernidad.
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