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FINAL DE LA COPA DE LA UEFA

Sobrevivir

Ya no volverán a decir que Javier Clemente tiene una flor en el culo tan grande y hermosa como la de Miguel Muñoz, el seleccionador español. Ya no lo volverán a decir. Los que vivimos noches de gloria blanquiazul, como las del Milán, Inter o Brujas, no merecimos asistir a lo que será, sin duda, la noche más desgraciada de la historia de¡ Español. Después de 88 años luchando por la supervivencia, luchando por ser alguien, la decepción sufrida en Leverkusen conducirá al club de Sarriá a una situación delicada.

Los días previos al encuentro de anoche estuvieron rodeados de malos presagios. Los propios jugadores reconocieron, horas antes de iniciarse el partido, que nada más salir de Sarriá, hace ahora quince días, se dieron cuenta de que eran campeones. Vivieron momentos de felicidad e incluso explicaron que no pudieron pegar ojo durante toda la noche porque no podían creérselo.

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Luego, a medida que se acercaron al estadio Haberland, de Leverkusen, les entró un temblor frío. Se dieron cuenta de que podían perder. Tal vez se acordaran de la bruja que lanzó mal de ojo a Nkono; o de la presencia de Antonio Baró, su presidente, en el palco del estadio; o de la preocupación de Eduardo Foncillas, embajador de España en la RFA, que ya anunció lo peligrosos que eran estos alemanes; o de los nervios de Clemente, que intentó convencerles de que podían perder simplemente visionando el vídeo de la primera parte de Sarriá.

Pese a todo, un equipo que elimina al Borussia Moenchengladbach, al Milán -nuevo campeón italiano-, al Inter, al Vitkovice y al Brujas -nuevo campeón belga-, no podía perder una ventaja de tres goles en 90 minutos. Convencidos de que el Bayer había perdido su gran oportunidad en Sarriá, los jugadores blanquiazules afrontaron el encuentro con serenidad.

Al igual que sucedió en Sarriá, cuando consiguieron el primer gol segundos antes de cumplirse los primeros 45 minutos, el Español supo mantener el empate a cero durante el primer período. Al Bayer ya sólo le quedaban 45 minutos para marcar tres goles. Antes debían conseguir uno cada 22 minutos. Luego, uno cada 11. Se reanudó el partido y, en seis minutos, metió dos.

"Les hemos cogido miedo", gritó Clemente ante decenas de micrófonos que pusieron sonido a los televisores de media España. La flor de Clemente se marchitó con ese miedo y ya nadie volvió a confiar en el triunfo.

"Estamos rotos", susurró el bueno de Pepe Guijarro, masajista del Español, mientras intentaba recuperar las piernas, los muslos, los pies, la mente de los suyos "estamos rotos. Cansados, no; rotos". Él, que en Sarriá las ha visto de todos los colores, sabía mejor que nadie, mejor que ninguno de los allí presentes, lo mucho que necesitaban los blanquiazules este triunfo. No ya para asomarse al balcón de la plaza de Sant Jaume o alcanzar los 20.000 socios. Simplemente, porque se lo merecían.

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