La ruptura de la derecha
Los resultados de la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas representan, más que una sorpresa, la ruptura de la derecha y su futura y larga incapacidad para el ejercicio del poder. Tras 20 años de titubeos y pasos hacia atrás, la izquierda francesa ha conseguido formar un gran partido de centro-izquierda, el partido democrático que necesita cualquier democracia. La izquierda se ha separado definitivamente del partido comunista, que se ha convertido en una fuerza política marginal. Antes era posible pensar que, paralelamente y gracias al ejercicio del poder, la derecha llegaría a unirse para crear un gran partido conservador. Balladur ha anunciado inteligentemente tal intención. Pero la primera vuelta de las elecciones presidenciales ha hecho saltar por los aires todos esos sueños. Mientras que la principal fuerza de la izquierda se estabiliza e incluso consigue ganar más votos, la derecha se rompe. El equilibrista Jacques Chirac, tras haberse inclinado un poco hacia el centro y bastante más hacia la extrema derecha, sufre un revolcán arrastrado precisamente por la fuerza de esa extrerna derecha. Es falsa la apreciación de que los franceses se han desentendido de los grandes partidos y, en consecuencia, han votado contra la clase política. En la izquierda del espectro político, Juquin no ha tenido ningún éxito, ni tampoco las fuerzas de extrema izquierda. Es, sin embargo, por la derecha donde el Frente Nacional -que nadie, salvo algunas asociaciones y pocos intelectuales, se atreve a combatir abiertamente- ha debilitado de forma dramática a los partidos de la derecha. Lo que la primera vuelta electoral ha demostrado es que la derecha francesa no es idónea para dirigir el país, puesto que no ha sido capaz de preservar su unidad y controlar a las fuerzas diabólicas de la extrema derecha. Raymond Barre ha llegado al final de la campaña con honor, pero como hombre sólo al que ningún partido ha prestado su respaldo y que no ha sido apoyado más que por algunos notables, más preocupados por su carrera personal que por una concepción política general.Jacques Chirac, a pesar de la influencia que él otorga a su papel de primer ministro y a pesar de disponer de cuantiosos medios materiales, se ha hundido por debajo de la cota del 20% del electorado. En estas circunstancias, ¿cómo podría someterse a las condiciones que le ha planteado Raymond Barre -a saber, la lucha contra la xenofobia y el racismo- y recuperar los votos que le han sido robados por los adeptos de Le Pen?
El modelo Thatcher
Charles Pasqua, ministro del Interior, se ha erigido en defensor de la adopción de una política como la de Margaret Thatcher para Jacques Chirac, única capaz, según él, de recuperar los votos arrebatados por el Frente Nacional. Quizá tenga razón. Pero en ese caso los votos otorgados a Raymond Barre no podrán dirigirse hacia un candidato de tan marcada orientación hacia la extrema derecha.¿Por qué se ha producido la rotura de la derecha? Ante todo, en mí opinión, hay que señalar que la vida política en Francia ya no está dominada por una oposición entre la derecha y la izquierda, sino por la existente entre una ideología de centro y los grupos políticos marginales. Pero ¿qué es lo hay que entender como centro en el espectro político? La limitación de las tensiones sociales que han surgido como resultado de un difícil proceso de modernización. Desde hace algunos años, las clases medias apoyan cada vez de forma más generalizada al partido socialista, en un desarrollo paralelo al seguido por el partido en su proceso de reconversión como formación política de centro-izquierda. Ocupado el espacio político del centro, la derecha ha perdido su unidad. La derecha podría haber ocupado el centro antes, y tales han sido las intenciones de Giscard d'Estaing y Barre. Pero ambas experiencias concluyeron en fracaso, fundamentalmente por la ausencia de una gran fuerza política de centro-derecha, algo que la Unión para la Democracia Francesa no ha sido nunca. La instalación del partido socialista en el centro-izquierda ha obligado a la derecha a un repliegue hacia la extrema derecha, o, más exactamente, la ha hecho incapaz de conseguir el gran objetivo de crear un gran partido conservador.
El importante avance registrado por el Frente Nacional a costa de los votantes de Jacques Chirac impedirá durante mucho tiempo el acceso de la derecha al poder. No va a producirse un fenómeno como el de Reagan a la francesa, ni siquiera algo parecido al thatcherismo, modelo invocado por Chirac. Es el momento de que una izquierda de corte moderno ejerza el poder durante un largo período.
La vida política francesa se parece cada vez más a la espahola, aunque con una diferencia: la extrema derecha española no será tomada en consideración durante mucho tiempo por el recuerdo de la dictadura, mientras que el Frente Nacional se apoya en una tradición largamente oculta o rechazada en la vida política francesa: la del nacionalpopulismo reaccionario.
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