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Un recuadro el 'Libro Guinnes'

"Me presenté al concurso porque me conozco, y cuando bailo en una discoteca no me canso nunca. Los momentos más difíciles son los anteriores a las dos horas de sueño. No pienso en nada, sólo en bailar, soy el más solitario, y pretendendo vivir mi ritmo y mi vida", relata Félix Padilla que se mueve por la zona de la pista que se abre al exterior. Asegura que sus 41 años no le acomplejan ni le envalentonan sobre los demás. Trabaja desde hace 10 años en una multinacional petrolera que le obliga a viajar por todo el mundo, aunque las estancias más largas han sido en las plataformas del mar del Norte. Con anterioridad fue marinero encargado del rancho. Desde noviembre está en paro, aunque pronto volverá al extranjero.Es el más solitario de todos, maritiene un ritmo de baile regular y desdeña las ayudas que a sus compañeros les ofrecen las adolescentes de Martos para sacarlos del sopor.

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El sueño en danza

Félix Luque tiene 19 años y es el único residente en Martos. Abandonó los estudios y ayuda a sia padre en las tareas agrícolas. "Es una borricada el concurso, pero si puede aguantar, que aguante. Yo no me meto en nada, porque ya es mayor de edad", declara Gertrudis Izquierdo, madre de Félix. Gertrudis estuvo el día 24 en la romería de la Virgen de la Cabeza, en Andújar, y a su regreso repartió medallas, que los concursantes se colgaron al cuello. El territorio de Félix es el centro de la pista, y allí bromea con sus amigos del pueblo.

Por fin, están los hermanos Daniel y Juan Manuel Serrano Daniel, el menor, se animó a participar por su hermano, un consumado bailarín, aunque también por la fama. Cuando baila piensa en correr. Viven en Alcalá la Real y trabajan en un bar de la familia.

Al sexto concursante, José Cabrera, le gustó mucho la película de Sidney Pollack Bailad, bailad, malditos, aunque Robert, el protagonista, acabara matando de un tiro a su compafiera de baile, Gloria. "Partícipo porque me gusta, pero no pienso en ganar", asegura José Cabrera.

Cuando llegan las dos horas de descanso los concursantes van al hotel en un vehículo. Unas veces llega el sueño y otras no. Dormir es peligroso porque el despertar es lento. En la pista resuena la música y hay que mantenerse erguido. Un vehículo de segunda mano espera propietario, aunque los premios en otras maratones han sido inciertos. Según los médicos, cuando todo haya acabado, los concursantes no volverán a la normalidad antes de un mes. A algunos les costará trabajo dormir. Sin embargo, al ganador quizá no le importe conciliar el sueño, porque el verdadero sueño, la marca mundial y el derecho a un recuadro en el Libro Guinness de los records, se habrá cumplido.

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