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Tribuna:LA CRISIS DE LA CENTRAL SOCIALISTA
Tribuna
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Ideas sobre el sindicalismo

La reflexión sobre el sindicalismo que necesitamos en el mundo actual no debe ser, si queremos que sirva para algo, una reflexión abstracta o académica, ni tampoco una mera adaptación de esquemas heredados. Ha de basarse en las coordenadas concretas y prácticas del momento presente, operar sobre realidades actuales y tener la valentía de poner en el cesto del debate todo lo que se refiere a la práctica sindical, sin advertir la existencia de verdades que no se pueden tocar, ni de supuestos depositarios de unas esencias que a veces vemos convertidas en arma arrojadiza para la lucha política cotidiana.Una debate serio sobre el sindicalismo en un país como España debería partir de tres datos básicos: En primer lugar, aceptar que estamos en una economía interdependiente, en la que no es posible adoptar decisiones que no estén conectadas con lo que ocurre en otros países. Esto debería llevar a la obligación de pensar y actuar con planteamientos sindicales a nivel europeo, como mínimo.

En segundo lugar, reconocer que nos encontramos ante una revolución tecnológica destinada a cambiar radicalmente las formas conocidas de producción y de trabajo asalariado. Un avance tecnológico que en términos inmediatos agrava el problema del paro, aunque muchos opinamos que la tendencia a medio plazo será la de un crecimiento de la riqueza y del empleo.

En tercer lugar, y hablando específicamente de España, considerar que estamos consolidando una democracia en la que nos vemos obligados a cuestionar el papel tradicional de los sindicatos cuando éstos están lejos de haber alcanzado el grado de implantación social y fortaleza institucional que tienen en otros países, y en una crisis económica cuya salida -me refiero a la forma de salir de ella, que es una cuestión esencialmente política- determinará nuestro desarrollo económico y nuestra capacidad de respuesta social

Todo ello, visto desde la óptica de quienes desde el propio sindicato -en mi caso, la UGT- hemos de articular la reflexión de futuro con la exigencia de hallar respuestas concretas a los problemas de cada día, plantea la gran cuestión: ¿cómo podemos realmente defender mejor y más eficazmente los intereses de los trabajadores a partir de esta situación concreta? El sindicalismo que necesitamos en la España actual debería responder a las siguientes características:

Se necesita un sindicalismo fuerte. Esto nos remite, en primer lugar, al tema de las tasas de afiliación sindical, que en España son aún preocupantemente bajas. Cuando se habla de los sindicatos como organizaciones que han de prestar servicios a sus afiliados se olvida que el primer servicio que reclama el trabajador, el que puede llevarle a sindicarse, es el que se refiere a su propia relación contractual, en su relación más inmediata, con su empresa.

El fortalecimiento sindical exige que se potencien las estructuras profesionales, basadas en federaciones de industria sólidas y cuadros capaces, sin empeñarse en mantener criterios organizativos más propios de partidos políticos que de sindicatos.

Es indispensable un sindicalismo abierto, en el que no se practique el dogmatismo y en el que existan relaciones limpias y solidarias entre los compañeros. El respeto al pluralismo interno no es tan sólo una exigencia ética: es también una condición de supervivencia para una organización que pretenda ser realmente de masas y mayoritaria.

La apertura sindical se refiere también al tipo de trabajadores que hemos de acoger en el sindicato. La integración de los profesionales cualificados es una necesidad objetiva, y lo será aún más en los próximos años.

Los retos del futuro han de abordarse desde una concepción ideológica de transformación de la sociedad, lo que nos exige un sindicalismo que tenga un proyecto. La acción sindical cotidiana no puede quedar encerrada en la mera defensa de lo inmediato; por el contrario, cada reivindicación concreta ha de estar situada en un proyecto de más amplio alcance, de defensa integral de los intereses de los trabajadores, en el que los criterios del corto plazo no tienen por qué ser siempre los que se impongan.

Compromiso sindical

No es posible avanzar en el compromiso sindical de los trabajadores si no es desde un sindicalismo democrático, con toda la fuerza que da el funcionar con transparencia interna y con pleno respeto a los procedimientos democráticos. Ninguna norma interna puede ser contradictoria con los principios y leyes de un Estado de derecho, y ningún mecanismo estatutario debe ser sustituido por criterios de lealtad o fidelidad a la persona.

Necesitamos un sindicalismo solidario. La gran mayoría (le los afiliados a los sindicatos forman parte del grupo de trabajadores industriales con empleo. En. todo caso, son éstos los que tienenuna mayor capacidad de presión en defensa de sus intereses. Una visión no solidaria de la práctica sindical puede conducir a que la parte prime sobre el todo, y unas partes sobre otras.

Hoy por hoy, el objetivo prioritario es lograr empleos dignos para todos, y especialmente para tantos jóvenes que aún no han encontrado un primer empleo. La importancia y gravedad de ese problema exige una respuesta sindical generosa, realista y solidaria, y una disposición abierta para estudiar soluciones imaginativas e innovadoras que comprometan voluntades sociales e institucionales.

Creo en un sindicalismo implicativo, orientado a la participación y la corre spons abiliz ación de los trabajadores -a través de sus organizaciones- en los procesos de toma de decisiones a cualquier nivel, desde el general que afecta a toda la nación hasta el de cada empresa.

Sólo logrará ser realmente eficaz en la defensa de los intereses de los trabajadores aquel sindicato que esté dispuesto a asumir responsabilidades globales. Lo que significa participar sin vacilaciones, con capacidad e inteli-

Eencia, en la concertación social. sta es la vía por la que el sindicato se puede hacer útil para los trabajadores, respetable ante el conjunto de la sociedad y protagonista activo ante los empresarios y los poderes públicos, adquiriendo a través de ellos su dimensión política.

No se entiende que un sirídicato actual pueda renunciar a discutir los problemas generales de la economía y a participar en la fijación de prioridades y objetivos. Sólo desde concepciones muy chatas de la sociedad se puede sostener que ésas no son cuestiones en las que los sindicatos deban implicarse.De igual forma, creo en un sindicalismo participativo, comprometido en el desarrollo de los mecanismos de la democracia industrial en todos los niveles, y dispuesto a encontrar fórmulas eficaces y progresistas de negociación, de participación en la gestión, de arbitraje, etcétera.

Lo anterior nos conduce a un sindicalismo de proposición y alternativas en el que la protesta y la lucha vayan acompañadas de propuestas concretas de solución para los problemas, en el que la confrontación no resulte ser un fin en sí mismo. La participación sindical, el aumento del poder de decisión y la consiguiente disponibilidad para ofrecer soluciones y alternativas fortalecen la democracia, favorecen a los trabajadores y potencian el papel de los sindicatos en la sociedad.En busca de¡ equilibrio_Si coincidimos en el análisis de la situación y no nos desdecimos del camino recorrido hasta ahora, estaremos de acuerdo en que hay que practicar un sindicalismo responsable, capaz de encontrar el equilibrio entre el tensionamiento que se puede alcanzar con una reivindicación concreta y los objetivos que se pretende conseguir con la misma.

No es bueno para nadie convertir cada reivindicación en lo Único importante en el momento en que se plantea, ni entrar en estrategias de impugnaciones globales por problemas concretos que en muchas ocasiones tardanpoco en ir al cesto de los olvidos.

Las reivindicaciones de un sindicato no pueden ser importantes en función del momento político ni se pueden agigantar y después olvidar por coyunturas ajenas al propio problema. Hay que medir y priorizar.Todo sindicalista que merezca tal nombre sabe que lo importante en un conflicto no es cómo empieza, sino cómo termina. Y para que termine bien hace falta que se plantee objetivos alcanzables y que exista proporción entre la presión que se aplica y lo que se quiere conseguir. Una huelga que se pierde es un fracaso de quien la promueve, por muy espectacular que haya resultado en sus principios. Se trata de hacer bueno el viejo axioma de que un sindicato no debe ser enjuiciado por lo que pide, sino por lo que consigue.

Un sindicato responsable es también aquel que cifra su fortalecimiento en su propio esfuerzo y en el acierto de sus estrategias. La autonomía sindical, tal como yo la concibo, exige, en primer lugar, que las organizaciones sindicales vayan abandonando la idea de que su desarrollo depende de¡ apoyo de los poderes públicos. Si ese apoyo no va acompañado de una acción sindical correcta, el sindicalismo seguirá siendo socialmente débil.

Es necesario, por fin, un sindicalismo políticamente coherente, consciente de su papel específico, que no pretenda erigirse en un partido político alternativo o en un referente alternativo dentro de un partido.

La legitimidad política del sindicato sólo se puede obtener mediante la propia acción sindical, dando a la misma una proyección ante la sociedad en su conjunto. Es inútil el debate sobre politización o despolitización del sindicalismo; cualquier acto que se refiera a la vida colectiva y a la organización de la sociedad es un acto político. Cualquier reivindicación sindical, por tanto, también lo es. Precisamente por ello hay que mantener la coherencia como algo imprescindible. Un sindicato que pierda el norte político está empezando a cavar su propia tumba.

El sindicalismo en el que yo creo es aquel que tiene claros los valores del progreso, y que, en consecuencia, por encima de las coyunturas, los intereses permanentes de los trabajadores se defienden mejor con Gobiernos progresistas que con Gobiernos conservadores. Quien piense que la existencia de un Gobierno socialista le crea más problemas al sindicato que si gobernara la derecha comete, a mi juicio, una equivocación cuyas consecuencias, si es que se impusiera tal idea, serían de una gravedad incalculable para los trabajadores.

Una actitud políticamente coherente ante la existencia de un Gobierno socialista es, por el contrario, la mejor vía para desarrollar nuestra propia fuerza sindical y moral y para influir con eficacia en la necesaria acentuación de las políticas sociales y en la conquista de nuevas ventajas para los trabajadores y para los más débiles en general.

Para avanzar hacia el sindicalismo que necesitamos hay que hablar claro y suscitar un debate serio, teniendo en cuenta que lo que a veces aparece como una política sindical progresista puede resultar en la realidad una política gremialista conservadora, por mucho que se presente de forma airada y aparentemente radical. De ello » tienen experiencias en otros países europeos, y también de sus consecuencias políticas y sociales.

Antonio Puerta es militante de UGT y miembro del Comité Federal del PSOE.

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