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Entrevista:LA CARRERA HACIA EL ELÍSEO

"No hay pasión política, sólo queda la pasión por las cifras", afirma Baudrillard

El filósofo francés califica a Mitterrand de "bandido jesuita"

FELICIANO FIDALGO ENVIADO ESPECIAL "Vivimos ya en una sociedad transpolítica. Nadie tiene convicciones. Las gentes son agnósticas, sin ilusión. No hay pasión política. Sólo queda la pasión por las cifras, por las posibilidades", estima Jean Baudrillard, el sociólogo filósofo francés, autor de obras como la reciente Cool Memories, Las estrategiasfatales, La izquierda divina o América.

Pregunta. ¿Cómo explica el "nuevo agnosticismo" de las gentes, perfectamente perceptible en esta campaña?

Respuesta. De algún modo, el combate se ha desplazado del terreno político e ideológico al terreno previsor y estadístico; y el único placer que queda es el de hacer mentir a las estadísticas. En un juego político tan fastidioso, las únicas peripecias interesantes consisten en dar un vuelco a la situación.

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P. ¿Lo que usted propone no pudiera ser apreciado por alguien como una frivolidad?

R. Esto no es ni frívolo, ni gratuito, ni una pura contrapartida histórica. Esto se basa en la versatilidad fundamental, en la insondable capacidad de trucar de las masas estadísticas; en definitiva se basa igualmente en la incertidumbre elevada a la categoría de regla de juego. En efecto, frente a la certidumbre estúpida, frente a la banalidad inexorable de las cifras, las masas, sociológicamente hablando, encarnan, en el límite, el principio de incertidumbre.

P. ¿Pero no se corre el riesgo de perder casi con certeza a partir de sus presupuestos?

R. Incluso si se pierde queda por lo menos el placer de haber desafiado la idiotez objetiva de las probabilidades. Esta es una función vital que forma parte, creo yo, del patrimonio genético de la colectividad. Es la úniea y verdadera función intelectual, que jugará siempre la baza de la contradicción, la ironía, el contrapié, la grieta, la reversibilidad; y que desobedecerá siempre la ley de la evidencia. Si los intelectuales de hoy no tienen nada que decir es precisamente porque esta función irónica se les ha escapado, y continúan inanteniéndose en el terreno de la, conciencia moral, política o filosófica. Y esto ocurre hoy, cuando el juego ha cambiado, cuando toda la ironía, toda la crítica radical, está del lado de lo aleatorio, de lavirulencia, de la, catástrofe, del cambio accidental o sistemático de los procesos.

P. En esta campaña ¿se uede contar con algún aconteciiráento que fuese consecuencia de esa función irónica?

R. No es evidente que ocurra algo. Pero he ahí la cuestión: la evidencia nunca es cosa segura. A fuerza de ser irrefutable, incluso la verdad pierde la cara, y la ciencia pierde sus nalgas, que se quedan pegadas a la. silla. Lo que es virulento hoy, detrás de todas las evidencias, es el principio de incertidumbre. En consecuencia, no es una hipótesis de escuela intelectual y aventurista el suponer, por ejemplo, que Mitterrand no será elegido presidente. Esto es una esperanza procedente de la quintaesencia del maligno genio colectivo; o, dicho de otra manera, que procede de la quintaesencia de una perversión ordinaria mucho más visceralmente escondida y más profundamente virulenta que la consciencia política.

P. ¿Pudiera decirse que elfenómeno Le Pen es la única interrogante?

R. Le Pen es el cajón de sastre que recoge votos por todas partes; estos votos los rechazan los partidos y son pesos muertos. Es, en efecto, el único punto de interrogación; Le Pen viene de otro lugar; pero no es un peligro político.

P. ¿Y Mitterrand?

R. Es un bandido jesuita; es un personaje, sin duda, pero se imita a sí mismo. Mitterrand lo ha vampirizado todo: el Partido Socialista, Michel Rocard, la derecha, todo. Y al fin y al cabo quizá quede ahí como un patriarca, esperando tranquilamente el final del siglo. Además Mitterrand se siente más a gusto gobernando con la derecha.

P. Se ha producido un hecho en esta campaña electoral que parece transpolítico, como diría usted: a las gentes no les ha interesado nada, pero luego la masa ha votado, cuantitativamente, como nunca.

R. Antes se hablaba de las masas silenciosas. Su silencio fue el acontecimiento de la generación anterior. Pero hoy las masas actúan, no por defecto o por su silencio, sino que actúan por infección; quiero decir que las masas infectan los sondeos de la opinión pública con su fantasía heteróclita.

P. ¿A qué se debe esto?

R. A que las masas juegan al juego que les han enseñado; esto es, a la bolsa de las cifras y de las imágenes; juegan a la especulación total con la misma irunoralidad de los especuladores de la bolsa. De esta disposición de las masas, diabólica, irónica e irreversible, es de la que se puede esperar algún efecto en los días venideros. Las masas son el árbitro de las imágenes, y son arbitrarias.

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