Música de cámara española
Todo un día de música de cámara española en el Teatro Real, como fue el martes, arroja resultados positivos y, para no pocos incrédulos, sorprendentes: los cuartetos de Arriaga, Guridi, y José Luis Turina, interpretados por el cuarteto Arcana de Madrid y los de Rafael Rodríguez Albert y Bocherini, tocados por el cuarteto Moyzes de Bratislava, conformaron dos programas de alto interés, rigurosa belleza y mucha calidad.El público acudió hasta casi ocupar todas las localidades del Real y mostró sin reservas su entusiasmo por las cualidades de los intérpretes. Todo ello viene a desmentir un par de tópicos muy divulgados: la supuesta inexistencia de música de cámara en nuestro país y la falta de interés del público hacia ella.
Cuarteto Arcana
Obras de Arriaga, Guridi y José Luis Turina.Cuarteto Moyzes Obras de J. L. Lopátegui (guitarrista). Obras de Bocherini y Rafael Rodríguez Albert. Teatro Real, 26 de abril. Madrid.
Además de las obras de Arriaga y Guridi, se tocó en el primer programa el cuarteto en memoria de Calés Otero, de José Luis Turina (Madrid, 1952). Data de 1985 y por sus pentagramas asoman los firmes perfiles de una voluntad de modernidad aliada con un auténtico saber contrapuntístico; como siempre en la obra del joven Turina dominan dos conceptos motores: la belleza y la comunicatividad.
En otras ocasiones escribí sobre el doble paisaje levantino de Rafael Rodríguez Albert (1902-1979): el interior y el exterior que no es sino extroversión de intimidades, pues de otro modo resultaría dificil comprender el inteligente impulso plástico de un compositor invidente. La Organización Nacional de Ciegos, que conmemora su medio siglo de existencia, ha querido rendir homenaje a uno de sus más altos valores y, para ello, invitó a un cuarteto checoslovaco de categoría como es el Moyzes y al guitarrista valenciano José Luis Lopátegui, tan refinado de concepto como avezado en los géneros de cámara.
Con Lopátegui, los intérpretes checos tocaron el Cuarteto en re mayor, premio nacional de música 1952 y anterior en un año al otro cuarteto escuchado, el escrito en la tonalidad de mi mayor. Una y otra partitura revelan, cada día con mayor claridad, cómo Rodríguez Albert no sólo poseía instinto y se hizo con un depurado saber sino que, también, fue creador de originalidad personal, no por menos chillona menos fuerte y auténtica. Rodríguez Albert parecía hacer música en silencio, sustanciándolo, sin atentar contra la serenidad que impone, sonorizándolo como Fray Luis de León.
Babelia
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