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LA CARRERA HACIA EL ELÍSEO

'Certificado de defunción' para los comunistas

"En Francia no se puede hacer nada sin los comunistas. Y con los comunistas, tampoco". Este lema, más omenos, funcionó en este país desde que, en 1920, en el histórico Congreso de Tours, naciera el Partido Comunista Francés (PCF), a raíz de la escisión de los socialistas. Pero desde el domingo 24, el lema que ha venido condicionando el funcionamiento de la maquinaria político-social francesa pudiera decirse que ha estirado la pata.El 6,8% del electorado que recogió el candidato del PCF, André Lajoinie, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales es una suerte de certificado de defunción del comunismo en Francia. Es el resultado más escuálido de sus 68 años de existencia; y no se trata de un mal momento, ni mucho menos: el partido refundado por Maurice Thorez, en la década de los años sesenta, llegó a manejar alrededor de una cuarta parte de los franceses votantes; y, por aquel entonces, fue acuñada otra fórmula que pesaba: "Francia está gobernada por De Gaulle y por la CGT", el sindicato procomunista, también hoy en declive, pero que, por las calendas precitadas, era capaz de paralizar el país.

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El PCF comenzó a patinar en la década de los setenta; la revolución sociocultural que entrañaron la decadencia de la industria tradicional, la crisis económica y las nuevas tecnologías, corrompieron a la clase obrera tradicional y sus reivindicaciones. Las nuevas protestas de la sociedad naciente ya no se encontraron encarnadas en el comunismo revolucionario. De todo esto, el PCF no se enteró, o no quiso enterarse. De manera más tangible, el enterrador del comunismo en Francia es Frangois Mitterrand; pero su diabólica estrategia para robar la clientela comunista -urdida a partir del abrazo de la muerte que fue la firma del programa común socialistas / comunistas en 1972- no hubiese prosperado sin los cambios que brotaron al alba de la civilización de la comunicación, a fines de los sesenta.

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