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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Francia, primer asalto

LA PRIMERA vuelta de las elecciones francesas sirve generalmente para seleccionar a los dos candidatos entre los que los electores decidirán, quince días después, al futuro presidente de la República. Nadie duda que Francois Mitterrand obtendrá hoy el más alto porcentaje de votos, pero será irriportante saber la amplitud de la diferencia entre sus votos y los de sus principales rivales, Jacques Chirac y Raymond Barre. Esa diferencia indicará hasta qué punto el proyecto que Mitterrand ha presentado -no como socialista u hombre de izquierda, sino como campeón de la unidad de los franceses y de la paz civil- le ha permitido atraer votos del centro, de las extensas capas de opinión que desean que el país sea gobernado con un mínimo de conflictos. La estrategia de Mitterrand es ocupar al máximo ese espacio, para lo cual le sirve muy bien la experiencia de la cohabitación que le fue impuesta por la victoria de la derecha en 1986.Quizá la mayor ventaja del presidente candidato es que puede ofrecer un futuro sin sorpresas. Sus planes se centran en consolidar el compromiso de Francia en la construcción europea, incluidos los temas de seguridad y defensa, impulsando a la vez las posibilidades de apertura hacia el Este, de desarme y control de armamentos. No cambiaría en el interior la política económica liberal, si bien habría un mayor esfuerzo por combatir las desigualdades sociales. Todo ello continuando básicamente lo que hoy existe. El Mitterrand de 1988 es radicalmente distinto del de 1981, cuando, aliado a los comunistas, suscitaba temores con sus anunciados cambios casi revolucionarios. Hoy, en la opinión internacional, la candidatura de Mitterrand cuenta con apoyos muy amplios, incluso en círculos netamente contrarios al socialismo.

La derecha, en cambio, parece haber abandonado el argumento de la continuidad. Barre fue el mayor enemigo de la cohabitación. Y, curiosamente, tampoco el actual primer ministro se presenta con un programa continuista. Estas elecciones están rompiendo muchos esquemas tradicionales. Sus resultados pueden abrir una bueva etapa en el sistema de partidos que ha funcionado en las últimas décadas. En una campaña en que los programas cuentan muy poco, el presidente de la República ha logrado colocarse en el centro del torbellino. Quizá obtenga con ello ciertas ventajas, pero en todo caso ha obligado a los otros candidatos a luchar por el puesto de anti-Mitterrand número uno. Chirac ha sido más eficaz en esa carrera, por la desfachatez y violencia de su estilo, mientras Barre nunca ha abandonado su compostura de profesor. Pero todo ello dice poco de lo que podrían representar uno u otro para el futuro de Francia.

Otra incógnita que las urnas van a despejar es el porcentaje de votos de Le Pen. El Frente Nacional que éste encabeza es el fenómeno más preocupante de la actual coyuntura francesa. Se trata de un movimiento nacionalista, racista, cargado de pasión irracional, que gana en influencia entre la pequeña burguesía e incluso en sectores obreros. Su campaña contra los extranjeros, sobre todo los árabes, sirve para explicar todos los males: paro, inmoralidad, SIDA, terrorismo... De todo tiene la culpa el extranjero. Es el chivo expiatorio de hoy, como el judío lo fue para el fascismo de los años treinta. Le Pen explota temas chovinistas a los que no pocos franceses son sensibles, y se inspira, sobre todo, en la tradición de una ultraderecha gala que se destacó en la colaboración con los nazis. Si algo semejante ocurriese en Alemania, toda Europa estaría angustiada. Sería ceguera pensar que, por ocurrir en Francia, es algo de escasa gravedad. Si Le Pen aumentase sus votos, éstos contarán mucho en la segunda vuelta. Tanto el RPR como la UDF -los partidos que apoyan a Chirac y Barre, respectivamente- hacen un doble juego en sus relaciones con Le Pen. Dicen que no tienen trato con él, pero abundan los casos de colaboración en los planos regional y local. ¿Qué hipoteca tendría el futuro presidente si necesita los votos de Le Pen en la segunda vuelta? Esta pregunta rodea de incertidumbre una posible victoria de la derecha. No es el más endeble de los argumentos que Mitterrand puede esgrimir en la segunda vuelta.

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