Una crítica quizá corta
Las últimas comidillas sobre el presidente y el vicepresidente del Gobierno han dado pie a un lúcido artículo de Aranguren sobre la dinámica de nuestra opinión pública (Trivialización, chacota, desmoralización. EL PAÍS, 13 de abril). Su análisis va directamente enfilado contra los medios de comunicación y contra quienes hacen crítica poética aquí y ahora, contra su inmensa mayoría. En lugar de estudiar seriamente los graves problemas políticos, sociales y humanos de la actualidad, los primeros erigen la popularidad en valor político supremo y esgrimen la impopularidad y la reducción al ridículo como principales antivalores, mientras los segundos reducen su crítica política a la violencia verbal, "algunas veces corrosiva, las más de las veces torpe". Es más, olvidando que tenemos "el menos malo de los Gobiernos posibles", unos y otros estarían contribuyendo decisivamente a la trivialización de la opinión pública, la desmoralización de la sociedad y el descrédito de la democracia. Tal es la tesis de Aranguren.Todo esto es muy oportuno, pero quizá la crítica se quede corta, quizá el cuadro no esté completo. No se trata sólo de que la alusión a la astucia de la razón para justificar la "hábil ocupación total por el Gobierno del espacio político, izquierda, centro y derecha" esté probablemente de sobra. Ese brillante broche retórico, en contraste con el fondo del artículo, puede favorecer una lectura que vea en éste cierta exculpación, un capote echado al Gobierno. Como buen sociólogo y nada metafísico, Aranguren sabe muy bien que la situación a que alude, en la medida en que es auténtica, es el resultado de un juego dialéctico complejo de causas históricas y sociales muy concretas y a esclarecer. Y hay algo más. Desde luego, Aranguren alude implícitamente a las responsabilidades del Gobierno con la simple enumeración de algunos problemas políticos: compra de uranio a Suráfrica, venta de armas, integración militar, de facto en la OTAN, venta de la economía española a las multinacionales, tratamiento político del paro y del paro juvenil en particular, etcétera. Insiste en que es ese tipo de problemas el que hay que analizar y resolver políticamente con seriedad, pero falta quizá algo en su artículo. Falta una alusión concreta a las responsabilidades del Gobierno y de los medios de comunicación que le son afines en el fenómeno social de que parte su crítica. Y falta, más concretamente, una mínima referencia al estilo arrogante y prepotente dominante de nuestros gobernantes actuales, puesto nuevamente de relieve, por ejemplo, en tomo al asunto del Mystère a la hora de pronunciarse sobre el mismo.
Esa alusión es, en mi opinión, muy importante. Porque ese estilo agrava sin necesidad los conflictos sociales. Véase, si no, por ejemplo, y en las páginas de Educación del mismo diario del 13 de abril la actitud del Gobierno frente a la huelga del profesorado de EGB y enseñanzas medias. Según Máravall, los profesores .quieren cobrar mucho más que el resto de los funcionarios", "negociar con perjuicio de las familias y de los estudiantes" y "echar pulsos irracionales que no tienen
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Una crítica quizá corta
Viene de la página anteriorjustificación a la Administración", puesto que, entre otras cosas, han tenido una subida de 55.000 pesetas más que el resto del profesorado, etcétera. ¿Qué talante denota esta actitud? ¿Se puede lograr con ella un avance hacia una educación de calidad? ¿Interesa realmente la educación o se trata sólo de escolarizar a los niños y a los jóvenes para que no den problemas, aunque sea a costa del profesorado? Porque todos sabemos muy bien que los maestros siguen estando mal pagados, que la mayor parte del profesorado de medias lleva 15 años perdiendo poder adquisitivo, que (mientras algunos medran fuera del sistema propiamente escolar) sigue habiendo muchos profesionales de estas enseñanzas que trabajan para actualizarse permanentemente, que otros impulsan experiencias didácticas e instituciones pedagógicas renovadoras, que una minoría investiga, se doctora, publica y produce ciencia cuando no tiene la menor expectativa para su promoción profesional... ¿No habría que preguntarse por las razones del desastre de UGT en las últimas -y primeras elecciones sindicales? ¿Podría ir el profesorado en masa a la huelga y con un coste económico personal muy serio si el malestar docente no tuviera causas muy profundas?
Creo que el ejemplo de la enseñanza ilustra bien el estilo negativo del Gobierno y su responsabilidad ante la situación que denuncia Aranguren. Por eso su crítica puede parecer corta. Por la falta de una alusión más explícita a la responsabilidad del Gobierno: poner remedio, a este tipo de actitudes gubernamentales es también muy urgente, para moralizar la vida social y profundizar en la democracia.-
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