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'POP'

'Hipertramp'

Todo es gigante en Supertramp. En la cuarta gira que realizan por España -la primera fue en 1977- despliegan cinco remolques, tres autobuses, 60 personas en el equipo, 150.000 vatios de sonido y 400.000 de luz, 40 varilites (focos móviles programados por ordenador) y la consabida pantalla de proyección. Es el superespectáculo, el rock con los varilites como unidad de medida y que todavía tiene numerosos adeptos. En sus cuatro actuaciones españolas, Supertramp habrá conseguido una asistencia de 30.000 personas, y en Madrid más de 7.000 personas pagaron 2.200 pesetas para escuchar al veterano grupo británico. Es el baile de los millones lo que mueve la música de Supertramp.En el escenario, ocho músicos, todos los medios técnicos y un buen sonido. El grupo que vendió más de 25 millones de discos en todo el mundo de su disco Breakfast in America ha mejorado considerablemente su oferta respecto a la que presentó en Madrid hace dos años. En aquel tiempo, uno de los líderes, Roger Hodgson, acababa de abandonar el grupo, y se acusó la ausencia. Hoy, Hodgson es un recuerdo lejano para la banda, que ya ha publicado dos elepés desde la deserción.

Concierto de Supertramp

Rick Davies (voz, teclados), John Helliwell (saxo, teclados, voz), Dougie Thompson (bajo), Bob Siebenberg (batería), Mark Hart (teclados, guitarra, voz), Steve Reid (percusión), Brad Cole (teclados, saxo, voz), Marty Walsh (guitarra, voz): Palacio de Deportes de la Comunidad. Madrid, 24 de marzo.

Estancamiento

La música de Supertramp apenas ha evolucionado desde que, en la mitad de la década de los setenta, descubrieron la fórmula del éxito: canciones planteadas linealmente, con un ritmo uniforme e idóneo para bailar y dar palmadas. Son los reyes de un pop ligero, superficial y sin garra que apuran los últimos coletazos de triunfos pasados y mantienen con cierta dignidad la fidelidad a un estilo que marcó una época.El grupo mantiene su centro de atención en su fundador, el cantante y pianista Rick Davies, y los restantes miembros originales -Helliwell, Thompson y Siebenberg- mantienen el tipo. Sin posibilidad de sorprender, Supertramp ofreció como regalo la presencia de Mark Hart, magnífico músico norteamericano.

Fueron las canciones veteranas las que mantuvieron el ritmo del concierto y marcaron sus momentos álgidos. Su último disco, Free as a bird, no ha alcanzado las ventas previstas, y con esta gira se pretende impulsar su aceptación. Esto implica un planteamiento de claras connotaciones comerciales que también incide en otros aspectos como la duración de los conciertos.

El gigantismo en la infraestructura del rock obliga a un volumen de inversión a la hora de plantear una gira que requiere grandes auditorios, masificación y un elevado precio de las entradas. Para justificar este planteamiento, la duración de los conciertos tiene que sobrepasar las dos horas, cosa que, en algunos casos, es justificable, pero, en la mayoría, desproporcionada. Supertramp pertenece a esta mayoría.

Quizá en la retransmisión diferida del concierto que TVE-2 ofrecerá el próximo día 8 de abril, estos defectos queden subsanados al reducir la duración del concierto a 60 minutos, bastante más ajustada.

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