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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

François & Gaulle

ES DIFÍCIL imaginar argumentos más gaullistas que los invocados por ' François Mitterrand al anunciar su candidatura para un segundo mandato como presidente de la República Francesa: se presenta porque ha percibido "los riesgos de caer de nuevo en las querellas y divisiones que han minado a Francia" y por que considera que él puede evitar esos "gérmenes de división". Precisa aún más: "Hago alusión a los partidos, a los grupos, a las fracciones". Sólo De Gaulle había hablado así de los partidos políticos.La filosofía de un presidente que representa la unidad de los franceses por encima de las querellas partidistas fue la que inspiró a Charles de Gaulle al fundar la V República, que otorgaba al presidente enormes poderes y un larguísimo mandato de siete años. La práctica -y ello era inevitable en un sistema democrático- ha convertido la elección presidencial en el momento decisivo de la confrontación entre los partidos políticos. Lo que con el héroe de la Resistencia había sido un proyecto histórico tendente a cambiar la naturaleza de la República Francesa es hoy con Mitterrand una plataforma electoral destinada a quitar votos del centro a sus dos contrincantes, Jacques Chirac y Raymond Barre, y a lograr en las urnas una mayoría lo más amplia posible.

No se parece el Mitterrand de 1988 al que fue elegido presidente en 1981. Entonces era la oveja negra de la Internacional Socialista, el único dirigente de esa confesión política decidido a gobernar con los comunistas para dar a la crisis económica una salida progresista, reduciendo radicalmente el poder del capital y abriendo la vía al socialismo. Poco duró ese programa, pero la evolución de Mitterrand no fue caprichosa. Si algo destaca en su trayectoria es el instinto para adaptarse a las circunstancias. Antes de la victoria de la derecha en 1986, ya había dado, con el Gobierno de Fabius y la salida de los comunistas, un viraje moderado a su política, asumiendo un programa económico neoliberal. Pero el Mitterrand de hoy es sobre todo el producto de la cohabitación con una mayoría de derecha en el Parlamento y con su líder, Jacques Chirac, como primer ministro. Experiencia sin precedente en la política francesa que ha puesto de relieve que un número elevadísimo de franceses presta un valor decreciente a la frontera de los partidos, pasa de ideologías y desea que los políticos encuentren soluciones pragmáticas a los problemas del país, sin traumas y con un mínimo de cambios. Mitterrand está en cabeza en los sondeos porque ha sabido encarnar ese deseo de tranquilidad y continuismo.

De idéntica base parte el proyecto de gobierno que Mitterrand ha diseñado para el caso, muy probable, de que gane las elecciones: designará un primer ministro dentro de la "mayoría" que le haya elegido. Si la Asamblea Nacional le niega la confianza, hará uso de su derecho a disolver el Parlamento y convocar elecciones legislativas. En otras palabras, el proyecto de Mitterrand es gobernar con un primer ministro socialista, pero que sea capaz de atraer a una parte del centro a un Gobierno de coalición con los socialistas. Ello apunta hacia líderes como Michel Rocard o Jacques Delors, con prestigio en los ambientes empresariales. Confirma además la perspectiva, después de la elección presidencial, de serias mutaciones en el equilibrio de partidos hoy vigente en Francia.

Los españoles -al margen de preferencias ideológicas- no pueden sino acoger con satisfacción la probable permanencia de Mitterrand en el Elíseo. Ha sido el artífice principal de una evolución de la actitud de Francia en favor de nuestros intereses, reflejada en la culminación de nuestro ingreso en la CE y en la colaboración galo-española en la lucha contra el terrorismo. Por otra parte, Mitterrand valora altamente el papel de España en su visión de los problemas europeos. Su afán por dar a Europa una dimensión política y por potenciarla en zonas decisivas del progreso, como la ciencia y la tecnología, y su esfuerzo por asentar el pilar europeo de la defensa occidental y por aumentar el peso de la Europa del sur en la CE coinciden con profundas preocupaciones españolas.

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