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LAS VENTAS

La tarde de los sustos

El público que asistió al festejo que abría la temporada oficial en Las Ventas estuvo toda la tarde en vilo. Los sustos que de continuo repartieron los ásperos y geniudos novillos de Segura impedían la tranquilidad en ruedo y tendidos. Los animales, de bella estampa cortejana e impresionante alzada, desarrollaron el sentido de su edad cercana a la de un toro. Necesitaban lidiadores expertos, lo que no ocurría en todos los diestros.Hubo otro susto añadido e inesperado: las percheronas cabalgaduras de los picadores salieron, por fin, sin manguitos. Es mérito que habrá que apuntar al presidente, Juan Font, aunque eso se avisa. Los jinetes, sin embargo, no asustaron a nadie. Se limitaron a actuar según costumbre, con todo tipo de sus ratimagos habituales: la puya en las pencas, la suerte de la carioca, marronazos infames...

Segura / Marcos, Plaza, Martín

Novillos de Francisco Segara con trapío y genio. Miguel Marcos: silencio en los dos. José María Plaza: oreja, ovación. Pepe Luis Martín: ovación en los dos.Madrid, 13 de marzo.

El que pareció más experto de los diestros fue José María. Plaza. Ya recibió a su primer enemigo con verónicas, rodilla en tierra, para continuar galleando y realizar un magnífico quite por ajustadas y pulcras chicuelinas. Su labor con la pañosa tuvo las características que deben adornar una faena importante: unidad, armonía y variedad.

De su inspiración le brotaban asombrosos pases, siendo naturales y enjundiosos ayudados por alto los mejores. Mató a ley y cortó una merecida oreja. Ya había hecho en el que abrió plaza un excelente y poco visto quite por caleserinas. El quinto, que salió abanto, unió a su geniecillo la casta del manso. Se mantuvo boyancón durante la lidia y renunció a la pelea que con profesionalidad intentó Plaza.

Aunque menos puesto, también gustó el rondeño Pepe Luis Martín, que se llevó unos cuantos sustos por su gallardía al suplir con valor algunas deficiencias lidiadoras, propias de los novilleros. No obstante, lució con percal, banderillas y tizona. Con la muleta apuntó detalles en sus arrebujos y sólo la falta de mando le privó de redondear una faena triunfadora en el sexto, que barbeaba. A base de perseguir al novillo, dio la vuelta al ruedo en el último tercio, sacándole algún artístico y rutilante pase.

Miguel Marcos quedó casi inédito, pues por la codicia y genio de su novillo inicial resultó revolcado con saña en varias ocasiones, después de campanearle y buscarle en el aire y la arena. El olor a tragedia prendió en el cotarro mientras el diestros se recuperaba y seguía valientemente en la cara del novillo, ya resabiado. La taleguilla de Marcos quedó destrozada, exhibiendo éste, además de bizarría, sus pudendas partes traseras.

Después de tan tremebunda paliza, Marcos ya sólo fue una sombra de sí mismo que se movía por la plaza medio sonámbulo, y bastante hizo con no ser de nuevo cogido por el cuarto, lo que pudo suceder también bastantes veces, para otros sustos de sus peones, y de los ya a la fuerza acostumbrados espectadores, que ayer superaron una magnífica prueba contra el infarto.

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