Mejor padre que soldado
Un consejo de guerra no considera desertor a un joven que dejó el cuartel para sostener a su familia
El tribunal militar que le juzgó ha sentenciado que el soldado Santiago Ferrando "actuó movido por el atávico instinto de conservación de la célula familiar, intentando evitar el mal de su esposa e hijos". Para este joven de 21 años ha concluido la pesadilla que se inició en noviembre de, 1986, fecha en que Santiago se incorporó a filas, dejando tras de sí una mujer, Maite Nolla, que entonces tenía 19 años, uno menos que él, y un hijo, Santi, de 15 meses. El soldado Ferrando ha terminado la mili, ha recobrado la libertad y vuelve a tener un trabajo. Un nuevo horizonte se abre para él y los suyos.
El juzgado militar togado número 2 de Zaragoza le absolvió el pasado viernes, tras dos consejos de guerra seguidos, de un doble delito de deserción cometido mientras cumplía el servicio militar. El fiscal solicitaba cuatro meses de cárcel por no reintegrarse al cuartel y tres meses y un día por fugarse de los calabozos.La sentencia, dada a conocer el pasado viernes, acepta "la precaria situación familiar en que se encontraba el soldado, casado y con hijos, uno de los cuales nació unos días antes de la deserción, y sin más medios de subsistencia que sus propios ingresos". Añade que el acusado "actuó movido por el atávico instinto de conservación de la célula familiar". "El mal causado no fue mayor que el que trató de evitar con su acción".
Maite y Santiago todavía recuerdan cuando les decían que estando casado él y con un hijo se libraría de hacer el servicio militar. El papeleo y la burocracia, así como algo de ignorancia por su parte, no evitaron que Santiago se incorporara a filas en no viembre de 1986 , en el acuartela miento de Valdespartera, situado a las afueras de Zaragoza. Había presentado con un mes de retraso la solicitud de prórroga. Después les dijeron que una vez que jurara bandera, a los tres meses, le licenciarían.
Santiago y Maite se casaron el 15 de marzo de 1986. Ella esta ba embarazada de ocho meses. Sus orígenes son humildes y ninguno de los dos ha terminado los estudios primarios. Sus vidas no están exentas de sobresaltos y paso por los juzgados, así como de noches bajo las estrellas.
Su, casa, ubicada en el barrio Oliver, no reúne las mínimas condiciones y amenaza ruina. No tiene cuarto de baño, las habitaciones son pequeñas y sólo dispone de un dormitorio. Ahora se han ido a vivir con los familiares de ella en el casco viejo. Los únicos ingresos procedían de "las chapuzas" que Santiago realizaba, pero el mundo se les vino abajo cuando la prórroga no llegó y tuvo que ir al cuartel.
La licencia no llegó
Allí comprendieron su particular situación familiar y le concedieron sucesivos permisos para que pudiera tirabajar.Un constructor ofreció a Santiago un contrato por tres meses. Los jóvenes creyeron que ésa sería una razón suficiente para que le licenciaran. Santiago se presentó en el cuartel con el contrato, pero la licencia no llegó. Aprovechando un permiso en el mes de junio decidió no volver. Él asegura que "sólo pensaba en mantener a mis hijos y nunca pensé que estaba haciendo algo malo".
El 31 de julio fue detenido por la policía militar y conducido a los calabozos del cuartel. Estaba acusado de desertar. Al día siguiente, siguiendo otra vez la llamada de la sangre, se escapó del cuartel aprovechando un descuido de sus guardianes y saltando por encima, de los tejados del recinto militar. Siguiendo la vía del tren recorrió los escasos kilómetros que le separan de su casa.
Santiago, según ha manifestado, no pudo evitar el pensar que su mujer "estaba en casa sola con un niño que había nacido hacía tres días y otro de 15 meses". Como no podía estar siempre huyendo decidió, aconsejado por el abogado Mariano Fuertes, que le atendió en su primera huida, entregarse de forma voluntaria el 6. de agosto en el Centro Regional de Mando.
El juzgado militar lo dejó en libertad provisional. En el cuartel le dieron un permiso indefinido por dos meses, lo que le restaba de mili.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.