Partido, SA
A lo largo de la historia política los partidos han sido muchas cosas. En un remoto tiempo, cuando nació el integrador instrumento político del Parlamento, eran realmente un solo grupo, de actuación bifronte, de diputados, todos ricos, votados sólo por los ricos y por los contribuyentes que monopolizaban el voto. Era la época del voto particular frente al sufragio universal. Más tarde, frente a ricos y a prohombres, nacieron, del voto de los de abajo, los partidos de izquierdas casi como una secta en pos de la utópica revolución, como una legión de iluminados y mesiánicos, de día clamando en el escaño y de noche ocultos en la sombra de la covacha, sufriendo la represión y la marginación, y haciendo laico, apostolado suburbial. Incluso llegaron a ser, en algún lejano país, una vanguardia de audaces asaltantes de palacios invernales, y de barbudos descendientes de las caribeñas sierras, para echar a los mares dictadores y césares.Los partidos de derecha, aunque se disfracen de izquierda, siempre y sobre todo, han sido, una potente máquina electoral y conjurada camarilla pretoriana a! servicio, del líder-galán-estrella. El_partido, en versión totalitaria por antonomasia, el único, el auténtico, el verdadero, siempre ha aspirado Ni ha llegado a ser, exclusiva y excluyentemente, el Estado. Los militantes están entonces esplendorosos y lustrosos en la posesión de estado del Estado. El partido ha sido, pues, al tiempo y sucesivamente, empresa política y empresa ideológica, hegemónica o compartida.
Hoy parece ser que el partido ya es sólo la empresa a secas, ni ideológica, ni política, fundamentalmente económica, como un banco, como un gabinete de moneda y cambio, cual un. importante consulting. Compite, periódicamente, en el concurso de la política y licita, con mayor o menor limpieza, en la subasta del poder para adjudicarse, por un determinado período, los beneficios dimanantes de la más o menos amplia concesión de la administración del Estado. Si lo gana, y donde lo gana, la empresa amplía su negocio, triunfa la gerencia, se refuerzan las sucursales y delegaciones. Si se queda fuera, a la impaciente espera, tiene que reestructurar y reducir su plantilla de funcionarios público-administradores. Ha de hacer su obligada reconversión. En esta ocasión se quedan lógicamente fuera de la nómina los menos próximos a la jefatura, los menos fiables o leales. Van al oscuro fondo de parados o, desesperados e impacientes, si pueden, se cambian de empresa.
Cuando la empresa va bien, a los ricos sueldos se unen las posibilidades que da el ingente plus de poder y el premio a la productividad. Cuando la empresa se queda, en todo o en parte, sin la concesión, disminuyen los ingresos y los beneficios. Pero generalmente el consejo de administración no lo nota. Se nota, como es lógico, en las naves de la fábrica, en los almacenes, en el parque móvil, en la sección comercial, en los vendedores.
En la planta noble cambian poco o nada las cosas. Cambian de sitio algunos que, molestos por el desplazamiento, quizá fichen por otra multinacional de la política. Las crisis en las empresas-partido, mientras quede una firme y consolidada cuota de mercado nacional, autonómico o municipal, no afectan al presidente del consejo, al gerente, a los consejeros; suelen afectar a los cuadros medios y a los operarios. A veces hay que reducir personal y gastos sólo en las delegaciones, o dedicarse a preparar hábilmente alguna buena fusión o unión temporal de empresas que, para atender el mercado compartido, permita nuevas contrataciones. La facturación será mayor o menor, con arreglo a las leyes del mercado, pero en la cúspide no se nota.
Para evitar estos inconvenientes, es lógico que se trate de alcanzar la adjudicación para el mayor tiempo posible y a cualquier precio, y para ello es importantísimo utilizar el espionaje industrial, las escuchas y las filtraciones, a fin de dejar al contrario sin invento y a ser posible sin papel en el mercado.
En el partido-empresa hay algunos cucos empresarios que a su vez tienen intereses y algún que otro pie puesto ya en otras compañías, o se acompañan de otras actividades. Por si acaso van mal las cosas, se dedican al negocio inmobiliario, al bursátil, y si es necesario, a las casas de juego y los burdeles.
El Movimiento Nacional, el PRI, el PCUS, son los grandes prototipos de partido-empresa en régimen de monopolio, tanto de la política, de la, ideología como de la economía. Los partidos socialistas y socialdemócratas europeos son los típicos ejemplos de partido-empresa en el oligopolio político del parlamentarismo occidental, y en el oligopolio económico de sus respectivas bancas, y redes industriales y comerciales. En el oligopolio político-económico a los partidos socialistas y socialdemócratas el mercado les consiente la misma cuota de corrupción que a los liberales y a los democristianos.
Desciende la facturación
Al partido hoy gobernante en España, como exponente o paradigma del partido-burocracia-empresa-Estado, le va descendiendo la facturación; por eso se ha visto, tanto en su última junta general de socios como en sus convenciones regionales, que cierra filas en el escalafón, ante la posiblemente próxima reducción de plantillas. Ha tenido ya que redimensionarse en Aragón, Canarias, Castilla y León y La Rioja, y se ha visto obligado a negociar ciertas asociaciones temporales de empresa en Asturias, Madrid, Valencia, Galicia y Euskadi. No pasa nada, sin embargo, para los intereses del cogollo directivo aún. Si un malhadado día pasara a la oposición, seguirá siendo una empresa fuerte con historia y con futuro. La crisis la sufrirán los encargados-concejales, inspectores-senadores, agentes-diputados, de los últimos puestos en las listas, pero al quedar fuera de la empresa, por aquello de que quien no está en el mercado no está en la nómina política, no tendrán fuerza ni para pedir cuentas.
Hay que estar siempre preparado para ese supuesto, teniendo buenas participaciones en periódicos, canales televisivos, puestos de vocales en las cajas de ahorro, en los consejos bancarios, y bien engrasados los sabrosos negocios de los variados holdings propios, una seria estructura económica sobre la que montar la recuperación de la propia empresa para no perderla. ¡Ahl Y si ese día llega, fatal y lamentablemente, la quiebra, como en cualquier empresa seria y que se estime, que no se confunda la suerte de ésta con la del patrimonio particular de los consejeros y directivos. Éstos han de estar en condiciones de recrear la empresa y de montar otra nueva, porque de ello dependerá ni más ni menos que la fortuna del pueblo y el porvenir y el bien de España, que, como todo el mundo sabe, es lo único importante.
Y no sólo es así sino que además no puede ser de otra manera. El sistema capitalista tiene una inexorable lógica, y en ese proceso productivo la secreción de mercaderías sean industriales, culturales, ideológicas o de consumo político, determina con tal fuerza los instrumentos que éstos no pueden entrar en contradicciones con su finalidad.
La perfección no estriba en intentar cambiarlo sino en adecuarlo a la lógica del propio sistema, logrando al menos alguna que otra garantía para el personal laboral, calidad del producto, asistencia técnica, protección de usuarios y consumidores y legítima y lícita competencia. Cuando estas medidas de buen orden, que garantizan cierto juego limpio, no se alcanzan, del Partido, SA, se desliza uno al gang, a la partida, y entonces la empresa económica se convierte pura y sencillamente en una organización para la delincuencia.
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