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Las ferias en España ¿Hacia dónde vamos?

ENRIC CROUSLa proliferación de ferias, y especialmente la duplicidad de las que se celebran con igual motivo y características, es uno de los puntos centrales de este artículo, en el que su autor aboga, más que por un aumento de las superficies de los actuales recintos feriales, por que los certámenes se celebren allí donde está la demanda y no necesariamente donde esté situada la oferta.

Los medios de comunicación y los responsables de las distintas administraciones públicas han puesto de relieve en más de una ocasión la importancia que tiene para una ciudad y su área de influencia la existencia de un recinto ferial. La actividad económica que genera en la ciudad la actividad ferial a lo largo del año -de la que se benefician directamente hoteles, restaurantes, taxis, espectáculos, agencias de turismo, servicios, etcétera- es, sin ningún género de dudas, más importante que la que se puede producir alrededor de cualquier otra manifestación, sea deportiva, política, cultural e incluso económica. Y todo ello sin contar con las lógicas transacciones comerciales que deben de tener lugar entre expositores y visitantes.Por ello la aparición, cada vez con mayor insistencia, de nuevos recintos feriales, unida a la ampliación de los ya existentes, y la creación de -empresas privadas dedicadas a la organización de certámenes feriales no debe sorprender demasiado, aunque ambas circunstancias hayan venido a complicar el panorama ferial español y que la mayoría de las veces la representatividad sectorial de tales organizaciones quede en entredicho.

Ante esta nueva situación conviene reflexionar, analizar y replantear las funciones de las instituciones feriales, y sobre todo ver cuál debe ser su actitud respecto a las tendencias señaladas en el párrafo anterior.

Con independencia de la importancia que para cualquier ciudad tenga la existencia de un recinto ferial, no hay que olvidar que el principal objetivo de cualquier institución ferial es fomentar la expansión comercial a través del contacto entre la máxima oferta posible (expositores) y la demanda (visitantes profesionales), tanto nacionales como extranjeras. Y todo ello desarrollarlo con la mayor profesionalidad en la prestación de este servicio, sin ánimo de lucro y garantizando, en definitiva, que exista la debida neutralidad entre una y otra parte.

Se podría añadir aquí también la necesidad de alcanzar dicho objetivo con los mínimos costes posibles tanto en lo que se refiere a los expositores como a lo que hace referencia a los visitantes.

Por eso conviene analizar si los fenómenos de proliferación y/o ampliación de recintos feriales, por un lado, y la aparición de nuevas organizaciones de certámenes, por otro, pueden comprometer seriamente los objetivos de las instituciones feriales existentes actualmente en nuestro país.

Nuevos recintos

Durante los últimos meses, los medios de comunicación se han hecho eco de la creación de nuevos recintos feriales y sobre todo de las fuertes inversiones destinadas a la ampliación de los ya existentes. Todo ello, porsupuesto, empleando dinero público.

Como consecuencia de la ampliación de la superficie de exposición ofrecida, los responsables de esas instituciones feriales se ven en la necesidad de buscar certámenes que, de alguna forma, puedan justificar las inversiones realizadas. De ahí que no haya que sorprenderse demasiado al ver que en el actual panorama ferial español se dupliquen, e incluso tripliquen, certámenes ya existentes, en la confianza de atraer al expositor y al visitante como contribución al relanzamiento de la ciudad y su entorno, aunque con ello se abandone el objetivo principal de la institución y se confunda y perjudique tanto a expositores como a visitantes.

No hay que olvidar que la asistencia a un certamen ferial supone para las empresas expositoras desembolsos importantes, no tanto por la participación en sí como por los costes derivados, es decir, desplazamiento, alojamiento, promoción, atención a clientes, etcétera.

En las actuales circunstancias, la duplicidad de certámenes de iguales características obliga a las empresas a una difícil elección, lo que ha empezado a provocar que a alguno de ellos no acuda ni toda la demanda ni toda la oferta, ya que, entre otras cosas, las pequeñas y medianas empresas del país no Pueden afrontar el coste de tener que asistir a ambas a un tiempo.

Por otro lado, los visitantes profesionales se ven en la imposibilidad de asistir a todos los certámenes que se celebran de su sector, con lo que los expositores se resienten de la falta de asistencia de compradores a los mismos, produciéndose, como consecuencia, una considerable merma en los resultados de participación previstos.

De ahí que tanto las empresas expositoras como los visitantes acabarán apostando por la asistencia completa a un único certamen, lo que sin ninguna duda provocará serias dificultades para los organizadores de los salones perjudicados en la elección y fuertes y razonadas críticas respecto al rendimiento de los recursos públicos invertidos en sus recintos.

Por todo ello conviene recordar que las ferias han de estar cerca de la demanda y no necesariamente donde esté situada la oferta, y afirmar que más importante que aumentar la oferta de superficie expositora es poder ofrecer el máximo apoyo a los expositores a través de estudios sectoriales, publicidad, captación de visitantes extranjeros, etcétera, a la vez que poner a su disposición todos los servicios posibles.

Al mismo tiempo hay que llegar a un acuerdo interferial respecto a la duplicidad de salones monográficos, a pesar de las dificultades de todo tipo que ello conlleva, y convencer a los responsables públicos de la necesidad de analizar la viabilidad de determinados proyectos de ampliación de recintos feriales.

El segundo de los fenómenos a tener en cuenta es la proliferación de empresas organizadoras de certámenes que alquilan, para ello instalaciones diversas, como hoteles, palacios de congresos o de deportes y espacios urbanos, en coincidencia o no con la celebración de manifestaciones del mismo sector en una institución ferial.

Estos certámenes -que, con buen criterio, leyes de ferias como la aprobada por el Parlamento de Cataluña tratan de reconducir- no sólo aumentan, en muchos casos innecesariamente, la oferta ferial, sino que incumplen el principio de imparcialidad y de inexistencia de lucro que garantizan las instituciones feriales propiamente dichas.

De ahí que resulte aconsejable informar a las administraciones central, autonómicas y municipales sobre la necesidad de impedir la proliferación de organizaciones de certámenes que no representen a sectores concretos y que no garanticen transparencia en sus objetivos, y que entre éstos no se antepongan al beneficio los intereses del sector.

Concentrar esfuerzos

Asimismo, las organizaciones empresariales deben comprender la necesidad de concentrar esfuerzos en un solo certamen, lo que permitiría hacer realidad el objetivo de aproximar toda la oferta y la demanda posible.

En definitiva, si no se consigue apoyar a los auténticos protagonistas de los certámenes feriales -expositores y visitantes- buscando fórmulas que les permitan obtener con eficacia los objetivos previstos de la asistencia a los certámenes de su sector se estará cuestionando las funciones de un instrumento de promoción comercial tan importante como son las ferias, y los fenómenos mencionados parecen apuntar sin duda hacia ello.

es director general de Fira de Barcelona.

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