Muerte anunciada
Leí la carta Muerte evitable publicada en su periódico el pasado 27 de enero por el doctor Jordi Pou, jefe de Urgencias del hospital San Juan de Dios de Barcelona, y todavía no puedo creer que lo que cuenta haya ocurrido en nuestra civilizada España de 1988. A los 21 meses de vida, José Ramón, movido por la inagotable curiosidad de su edad, cogió con sus pequeñas manos una botella con líquido de limpieza y bebió un poco. Tardó seis horas en morir; los médicos, cinco en descubrir la fórmula del veneno. Como dice el doctor Pou, este peligro había sido avisado, pero ni legisladores ni empresarios hicieron caso. ¿Cómo se puede vender un veneno tan mortal sin medidas de seguridad ni fórmula? ¿Qué oscuros intereses han matado al pequeño? ¿Quién responderá de su muerte? ¿Quién evitará la próxima? ¿Quién podrá consolar a sus padres, a los médicos que le vieron morir? ¿Quién nos consolará a todos por esta muerte absurda y anunciada?-
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