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Patrick Schupp

El flamenco a 15 grados bajo cero

Andrés Fernández Rubio

El invierno en Montreal (Canadá) es riguroso, y las temperaturas llegan a alcanzar los 15 grados bajo cero mientras Patrick Schupp, un francés nacionalizado canadiense, enseña bulerías y zapateados a 75 esforzados alumnos. Oyendo hablar sobre el flamenco a Schupp, de 51 años, se percibe la idea de que los ritmos son una cuestión de sentimientos y no de latitud geográfica. De lo que se trata es de sentir muy hondo. "Para mí, el flamenco es una droga a la que soy adicto", dice Schupp, que va a publicar próximamente un libro sobre el tema.

Nacido en París, a Schupp le llegó a los 17 años esa revelación que explica que personajes de remotos lugares aparezcan de pronto en los toros, los cuadros de flamenco y hasta en las zarzuelas contemplando con pasión unos rituales que para nada se relacionan con sus raíces.Schupp acudió en París, en 1952, a ver al bailarín Antonio en el teatro de los Campos Elíseos. Allí, entre trajes gitanos, faralaes, voces rasgadas y expresiones de dolorosa racialidad, se vio reflejado en el mundo flamenco. A la semana siguiente estaba estudiando aquel arte. Desde entonces le han ocurrido muchas cosas: pudo estudiar con Carmen Gómez, la Joselito; con Jesús Sevilla, de la compañía de Carmen Amaya, y con La Quica. También consiguió bailar en España con dos compañías y sentir los cuadros flamencos desde dentro y no como simple espectador.

Habría que ver las caras de los puristas ante un Schupp que buscaba integrarse en su mundo hablándoles en un español que denota sus raíces extranjeras. A este tipo de experiencias dedica la segunda parte de su libro, Flamenco puro. "Llegaba yo con mi aspecto de gringo, y cuando decía que sabía bailar me miraban con prevención: 1 '¡Pues anda!'. Luego, al verme actuar, exclamaban con asombro: '¿De dónde has robado eso?'. Otras veces, cuando bailaba y lloraba a un tiempo, pensaban: 'Debe ser un extranjero loco, pero por lo menos lo vive".

En Montreal, Schupp imparte clases de flamenco, y tras la proyección en la ciudad de la, trilogía de filmes de Saura sobre baile, con Antonio Gades, el número de sus alunmos creció de forma espectacular. Éstos son en su mayoría canadienses, y él intenta explicarles no sólo los pasos, sino también lo más difícil: el sentimiento. "Me gusta el flamenco porque es una filosofía de libertad, de intensidad y de respeto por las raíces esenciales de la vida, como el amor, o la pasión, o los celos. Es el feeling de los gitanos, sentimientos que no tienen por qué ser primitivos en un mal sentido, porque todo en la vida nace de sensaciones básicas, como son la idea de la muerte o el sufrimiento".

La primera parte de su libro estudia la evolución y tradición en el baile, el cante y la guitarra. La obra ha sido escrita en Montreal, donde Schupp vive desde 1958.

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