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La chispa de Butraqueño fulminó a la Real

Alex Martínez Roig

Emilio Butragueño mostró ayer una nueva habilidad: el disparo duro y seco con la izquierda. Se le sabía maestro en el regate corto y en el tiro pícaro que desconcierta al portero, pero se desconocía la fuerza que esconde esa estructura ósea de su pierna izquierda que tan frágil parece cuando un defensa le entra en el área. Ayer marcó un gol de fuerza, imprescindible en un campo digno de las peleas de lucha libre sobre el barro. Fue un gol a cámara lenta, en el que Arconada tuvo tiempo de volar al límite, caer al suelo y contemplar como el balón golpeaba en un poste, en el otro, y caía, mareado, justo detrás de la línea de gol. Fue un chispazo de geníalidad. Una chispa que sirvió para terminar con la racha de la Real Sociedad, que llevaba 13 partidos sin conocer la derrota. Un gol que devuelve al Madrid la cómoda ventaja de cinco puntos -a la espera de lo que haga el Atlético en Bilbao- en un momento considerado por la planificación de su técnico como temporada baja.Hasta que llegó el gol de Butragueño, el partido era dominado por la Real Sociedad. El Madrid corría mucho, tocaba el balón continuamente, pero no conseguía profundizar. La Real había establecido un buen frontón que frenaba al Madrid donde más le duele, en la defensa. El técnico donostiarra, Toshack, ordenó un pressing de sus delanteros y centrocampistas que ahogó al Madrid cómo solía hacerlo el Barça británico de Venables en temporadas anteriores. Con un marcaje en zonas, la Real impedía los movimientos libres del centro del campo blanco, y las opciones laterales de Michel y Gordillo eran inútiles por el barro.

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La suerte de Beenhaker estuvo en dejar en el banquillo a Jankovic -debe haber perdido el favor del técnico por admitir que jugó antes de estar recuperado de una lesión- y sustituirle por Solana. Con Solana y Martín Vázquez, el Madrid construyó anoche una pareja complementaria que le sirvió para soportar la presión donostiarra. Las funciones estaban claramente divididas. Martín Vázquez se dedicaba a construir, y Solana a destruir. Martín Vázquez, además, estaba especialmente motivado. Tenía la responsabilidad de mover al equipo, que es lo que realmente le gusta. Pero el invento no funcionó a causa del barro, y excepto alguna galopada de Chendo -una de ellas acabó en un claro derribo dentro del área-, delante el Madrid era tan inocente como un recién nacido. En los primeros 45 mi nutos sólo se contabilizaron tres tiros dirigidos a puerta, y el primero de ellos, de Michel, en el minuto 25.

La Real Sociedad, además mostraba que se avecina una cosecha privilegiada de jugadores. López Recarte -un lateral rápido y eficaz-, Urbieta -tan bueno en los centro como Argote-, Fuentes y Lo ren -excelentes fajadores en la delantera-, y Bakero II -un trotón con cierta técnica y picardía- son vinos jóvenes que gozan de los mejores augurios para los buenos catadores de fútbol. Y aún se quedaron en el banquillo, hasta la segunda parte, Beguiristáin e Iturrino, que completan una generación que todavía debe de tener arena de la playa de La Concha en sus botas.

Pero el desfile de la moda del futuro por la pasarela del Bernabéu se frustró con la chispa de Butragueño. A partir del gol, ya en la segunda parte, el Madrid apretó el ritmo, demostrando que es un excelente publicista de las virtudes de la carrátina como reconstituyente, aunque sólo sea psicológico. El fútbol de tanteo se convirtió entonces en despliegue de fuerza ofensiva de los dos equipos que, sin embargo, se detenía a la hora de entrar a matar.

Toshack, arriesgado él, llegó a situar en el campo hasta a seis potenciales delanteros -Urbieta, Fuentes, Bakero II, Loren, Iturrino y Beguiristáin-, y quizás en el exceso estuvo su perdición. Tanto delantero provocaba tropiezos continuos y precipitación sin sentido. En el ataque del Madrid, más tranquilo desde la chispa, las cosas no iban mejor.

Los últimos minutos estuvieron animados por el despliegue de alegría de Buyo. En un balón bombeado recibió un codazo cuando se disponía a despejar; visiblemente herido, golpeó con el puño una, dos, y hasta tres veces, antes de caer espectacularmente al borde del área en lo que parecía un ataque epiléptico. Más tarde, en otro balón bombeado, alargó los brazos y dejó que la pelota le cayese a la altura de la cintura, mientras míles de personas se niesaban los cabellos recordando cómo se pasó de largo en el tercer gol de Sabadell. Buyo es así, y lo tomas o lo dejas. Pero hay que agradecer que anime los minutos de relleno de los partidos.

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Sobre la firma

Alex Martínez Roig
Es de Barcelona, donde comenzó en el periodismo en 'El Periódico' y en Radio Barcelona. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Deportes, creador de Tentaciones, subdirector de EPS y profesor de la Escuela. Ha dirigido los contenidos de Canal + y Movistar +. Es presidente no ejecutivo de Morena Films y asesora a Penguin Random House.

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