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Las dificultades del Consejo Europeo

Doce democracias sentadas en tomo a una mesa como una sola democracia son un gran reto, son un gran problema y son una gran solución. Una vía inexorable para Europa, la única posible, pero realmente bien difícil.Doce problemas electorales, 12 coyunturas secuenciales con tendencia al oportunismo del voto. ¿Es posible así concluir algo arriesgado e innovador? La verdad es que queda poco margen para la valentía política.

La verdad es que uno duda de la fe europeísta de algunos líderes (?) europeos. Seguramente sus gentes lo son más, y no por idealismos vacíos sino por el profundo realismo de los pueblos.

Hasta las actitudes políticas alicortas que dan a entender una preocupación por el voto de los agricultores son miopes. Se aparenta defender el sector agrario, de hecho se sigue manteniendo una PAC que ha perdido gran parte de su sentido originario, que está en función de los grandes intereses industriales y comerciales, absolutamente respetables por otra parte, pero no incompatibles con políticas más imaginativas, menos caras y desde luego más favorables para los agricultores a los que se refiere el Tratado de Roma.

Y no será por falta de experiencia histórica. A los herederos de los grandes imperios españoles, británicos, franceses, incluso alemanes e italianos, se les puede exigir algo más de visión, algo más de planteamientos a largo plazo. Sin embargo, se centran en la organización común de mercados de las oleaginosas con una fruición que casi podría llegar a enternecer si no fuera por el tremendo despilfarro político que supone y porque el espectáculo, más que doméstico y hogareño, se acerca peligrosamente al mundo de lo surrealista.

En honor a la verdad pura y escueta, Felipe González no entró en ese juego. Dejó bien claro que así no vamos a ninguna parte. Que seguramente habrá que empezar de nuevo, casi de cero; que, efectivamente, el comercio es un buen principio para entenderse los hombres, pero que no sólo hemos de entendernos: hemos de unirnos y hemos de ser solidarios, porque si no lo hacemos quizá sea luego demasiado tarde.

La posición española

La posición de España no es nada fácil: representa el 20% de la superficie de la Comunidad; es el único país que tiene costas abiertas a todos los mares europeos; su riqueza está por debajo de la media, pero su potencial quizá esté muy por encima; nuestra población ha dejado de crecer, pero es joven, y hay mucha materia gris infrautilizada. Además, tenemos algunas tranquilidades psicológicas: estamos donde estamos sin deberle nada a nadie salvo a nosotros mismos, ni al Plan Marshall ni a 30 años de Comunidad Europea.

No tenemos agradecimientos pendientes, no pasamos factura de nada, pero desde luego nadie puede limitar nuestra fuerza moral para hablar lo más claro posible.

Es por todo ello por lo que estamos haciendo y podemos hacer de catalizador de Europa, hablando, más que de ideas, de lo que nos gusta, de lo que deseamos, sin descuidar ni desdeñar por ello la obtención de las mejores condiciones para nuestro país en la lógica comunitaria del día a día.

El cuestionamiento que el presidente del Gobierno ha hecho del funcionamiento del Consejo Europeo ha sido oportuno y necesario. Y los alemanes le han dado la razón y todos en su fuero interno también. Hay que mejorar el sistema de toma de decisiones si queremos avanzar. Pero además, y simultáneamente, hay que arreglar los problemas de los aceros, del porcino, de la aviación comercial, etcétera. Pero es ineludible restablecer la conflanza en el proyecto europeo y definir en base al Acta única un horizonte de cohesión, que sea firme y creíble para la mayoría de los ciudadanos y para el resto de la comunidad internacional.

La idea de la unidad europea, recién aprobada el Acta Única, está sobre el papel haciendo agua, pero ¿qué nos van a contar a los pueblos ibéricos después de siglo y medio con el agua al cuello y en tan sólo 10 años trabajando de firme sobre la línea de flotación? Desde luego, lo que sí que podemos aportar es nuestra dura experiencia de aislamiento y nuestra dura experiencia de sa lir adelante. No habrá naufragio europeo, pero el tránsito será duro y difícil.

Vicente Alberto Silla es presidente del Fondo de Ordenación y Regulación de Producciones y Precios Agrarios (FORPPA).

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