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Tribuna:
Tribuna
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Para ellos

Cuando uno acaba el año, le suele ocurrir lo que en las guerras: que ya no sabe por qué ni cómo empezó. ¿Qué pensabas o sentías aquel 30 o 31 de diciembre en que te disponías, como hoy, a comprarte otra agenda y hacerle un nuevo quiebro al calendario? ¿De qué absurdo material estaban hechos tus sueños?Si yo tuviera Grandes Ideales, como ese muchacho de la Asociación Pro Vida que se manifestó hecho una hidra ante la clínica Dátor y contra el aborto, a jibas de un camello; si yo fuera Israel, el pueblo elegido por Dios para mojar la estrella de David en sangre, como un bizcocho; si yo fuera el Papa, o incluso el Anticristo, Gorbachov, Ronald Reagan, ministro de la Guerra, carnicero de ETA. ¡Si fuera, por lo menos, María Ostiz!

El año que viene se acerca sin ofrecer razones, atravesando un pórtico ornado de uvas y champaña, espantasuegras y sombreros de papel que harán más tibia, pero no menos recognoscible, la verdad. Las grandes causas están en manos de los poderosos, así como los ideales, el dinero y todo lo que hace que actúen como si tuvieran razón los dueños de la tierra.

Yo sólo escribo artículos y tengo amigos. Amigos que viven en Buenos Aires, respirando el mismo aire que quienes han defendido a Alfredo Astiz; en Beirut, tratando de legar a sus hijos algo más que odio y metralletas; en Santiago de Chile, luchando por sobrevivir entre la zafia crueldad militarista; en Ginebra, viejos brigadas internacionales que todavía esperan que les devuelvan sus derechos civiles. Y aquí, aquí mismo, mujeres que telefonean para que abortar, en la España de Felipe González, no les sea una nueva humillación, una nueva vergüenza; y hombres que no comprenden por qué el motor de la macroeconomía les pasa por encima, como una pesadilla, como un tanque.

A mí me pagan por ser notario de la realidad, no para que la arregle. Pero pagaría por que me dejaran entender qué estúpida esperanza me hace entrar en el nuevo año pensando en vosotros y en que, más temprano que tarde, venceremos.

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