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Tribuna:LA LIBERALIZACIÓN DE LOS INTERCAMBIOS MUNDIALES
Tribuna
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Comercio internacional y cooperación de alto nivel

El mundo ha experimentado una considerable mutación a lo largo de los últimos 40 años; así ha ocurrido igualmente con el GATT. El autor, al analizar la actual ronda Uruguay, señala que los niveles arancelarios y de cupos han disminuido en medida tan importante en los países industriales que otras barreras comerciales menos palpables años atrás han cobrado ahora mayor relevancia.

La ronda Tokio de negociaciones comerciales multilaterales abordó de manera especial la cuestión de las barreras no arancelarias, como son las subvenciones y ayudas, las prácticas restrictivas en materia de concursos oficiales, las prácticas distorsionadoras del comercio y la arbitrariedad de ciertas valoraciones en aduana y de tramitación de licencias. La negociación sobre estos asuntos dio de sí una serie de códigos, cada uno de ellos con diferentes signatarios y conciertos institucionales.Como tenía que ser, para la ronda Uruguay se han elevado aún más los horizontes. Después de años de fracasos en las cuestiones agrícolas, hemos decidido atacar el problema por sus raíces abordando nosotros mismos todo el conjunto de mecanismos y medidas programados que afectan a la producción y comercio mundial de productos agrarios. Hemos convenido además en abordar los problemas del comercio de servicios y de la protección de los derechos de propiedad intelectual. Se trata de dos vertientes de intercambio que los fenomenales avances de la tecnología han hecho mucho más importantes. Asimismo, hemos creado un grupo negociador para que trate de aquellas medidas de inversión que causan distorsiones en los intercambios comerciales. En cada uno de estos decisivos capítulos la existencia de un grado mayor de integración económica ha destruido las fronteras arbitrarias que separaban la actividad interna de la exterior, y su trascendencia en el comercio internacional ha hecho imperiosa su incorporación al GATT. Y si no lo hacemos, el siglo XXI se encargará de arrumbar al GATT.

Hemos de poner más de nuestra parte para cultivar y desarrollar la incidencia y la categoría del GATT como institución. El GATT ha de empeñarse más de lo que está actualmente en la búsqueda infatigable del objetivo de un sistema comercial más libre y abierto para todos. Uno de los imperativos a que ha de responder es el de evitar el deslizamiento de sus miembros hacia prácticas indebidas. Es preciso hacer que toda nación que adopta en su política comercial medidas incompatibles con el espíritu del GATT rinda cuentas de su comportamiento. Hay que hacer que esas naciones se sometan a la fiscalización del GATT, posiblemente por medio de un programa de vigilancia o inspección activo y dinámico. Y, asimismo, también habrían de someterse a la opinión mundial, por métodos que las hagan transparentes ante ella. La impresión que cause la política comercial de una nación no sólo ha de depender de lo que esté contándole al resto del mundo, sino que debe reflejar lo que realmente ocurre dentro de ella.

Además, tenemos que elaborar las reglas y códigos GATT de forma que motiven la adhesión a ellas de las distintas naciones, que retribuyan toda política comercial que esté en consonancia con ellas y penalicen la que no lo esté. Toda nación sigue en definitiva aquello que favorece sus intereses tal y como los percibe; por consiguiente, hemos de hallar las vías de asegurar que el interés propio sea el que conduzca al seguimiento del GATT en vez de a desconocerlo o transgredirlo.

Pero no solamente tenemos que fortalecer el GATT, pues también es preciso que hagamos más uso de sus posibilidades. Si ya contamos con una serie de mecanismos de resolución de contenciosos, lo que procede es servirse de ellos, sin considerar vergonzante el hacerlo. La resolución de disputas, constituye uno de tantos servicios y funciones que el GATT puede y debe desempeñar. De todos modos, es necesario hacer que el GATT funcione, que sea algo más que un foro de discusión, que resuelva realmente problemas. Y ¿puede hacerlo cuando cada vez tiene que haber más miembros de acuerdo para que se interprete que hay consenso? Ello requiere de nosotros cierta reflexión. En modo alguno quiere esto decir que haya que establecer un procedimiento de votación, pero hay que pensar en serio sí hay que admitir que un país pueda bloquear informes de: la mesa de la asamblea u otras medidas parecidas.

El tiempo de respuesta que se suponía al GATT en ámbitos tales como el de las salvaguardias y la resolución de disputas era probablemente adecuado en los años en que los negocios viajaban a Ginebra por tren y barco y en que el comercio y las corrientes monetarias internacionales respondían a los acontecimientos económicos de otros países en plazos de meses o hasta años. Hoy se dispone al instante en todo el mundo de la información sobre movimientos económicos importantes. Miles de millones de dólares pueden pasar de un país a otro en cuestión de minutos. La aviación actual permite el flete de productos de un país a otro en cuestión de horas. La tecnología moderna ha hecho posible desplazamientos de la producción de un país a otro en cuestión de meses, si no de días.

Hemos de estudiar a fondo las consecuencias de esta nueva configuración para desarrollar nuevos mecanismos de disciplina en capítulos como los de las subvenciones y ayudas, salvaguardias y dumping. Hacen falta nuevos procedimientos, por ejemplo, para hacer frente a incidencias a corto plazo que resultan perturbadoras. Ya no podemos permitirnos el cómodo ritmo atribuido al mecanismo de resolución de disputas del GATT. Los Gobiernos no pueden permanecer ociosos, ni van a hacerlo, mientras otros Gobiernos trastornan intereses comerciales de importancia vital.

La vinculación cada vez más fuerte que hay entre la política comercial y la monetaria, e igualmente entre la política en materia de comercio exterior y la política interna, reclaman una participación política mayor y la atribución de mayor iniciativa a los ministros en el funcionamiento del GATT. Ya no resulta posible dejar solamente en manos de los expertos la discusión o la negociación sobre política comercial.Los ministros dedican cada vez más tiempo volando de capital en capital para tratar de resolver conflictos comerciales. Es momento de hacer examinar en serio si la participación ministerial en el GATT no tendría que desarrollarse a costa de una parte del tiempo empleado en encuentros bilaterales, y si estarnos de acuerdo en convocar encuentros ministeriales periódicos en Ginebra para atender a asuntos bilaterales y también para aportar el nivel político multilateral que sólo los ministros pueden aportar.

Negociación ininterrumpida

Esa mayor intensidad de participación ministerial en los trabajos del GATT puede, asimismo, coadyuvar a establecer un proceso de negociación ininterrumpida que no dependería de las dístintas rondas de negociaciones multilaterales que se celebran. Las rondas del tipo tradicional, aunque han sido útiles para la reducción de barreras y la reforma de las reglas comerciales, son pesadas, costosas y no siempre oportunas. ¿No conseguiríamos una incidencia efectiva mayor del GATT si consiguiéramos implantar un proceso de negociación ininterrumpido?

La interrelación existente entre el comercio internacional y la política monetaria reclama también un aumento de la cooperación entre las autoridades comerciales y financieras de las respectivas capitales, así como una mejora de la comunicación entre el GATT, el FMI y el Banco Mundial. La experiencia de estos últimos años tendría que haber transmitido abundante prueba de que los grandes desequilibrios en las relaciones macroeconómicas pueden causar graves trastornos en el nivel microeconómico. Como afirmara el señor Volcker ante la asamblea hace días, hemos de recordar que las decisiones que tomamos en el ámbito comercial pueden tener poderosas repercusiones sobre el desarrollo económico y las perspectivas de crecimiento.

Los graves avances experimentados por la tecnología de la comunicación y el transporte, además de la disminución de las barreras a la circulación internacional de bienes, dinero, información y personas, han generado un grado inédito de integración en la economía mundial. En tales circunstancias, un acontecimiento o una decisión política se transmiten con rapidez desde su origen. a otras partes del mundo, donde repercuten con idéntica rapidez. En una economía mundial integrada, los desequilibrios en un ámbito de política provocan reverberaciones en otros ámbitos. Nuestras instituciones nacionales e internacionales han (le responder a poderosos imperativos cuando han de afrontar la rapidez del cambio en el mundo actual, las conexiones existentes entre el comercio internacional y la política monetaria y fiscal, y la estrecha relación que conecta la política interna y el comercio internacional.

Puede que ni siquiera sea suficiente introducir en el GATT una mayor participación a nivel ministerial, pues, ¿no podría ocurrir que necesitáramos en seguida reexaminar la posibilidad de crear un organismo internacional que abarcara, de forma mejor articulada, un conjunto amplio de compromisos? El examen de una estructura más integral como ésa trasciende, sin duda, del alcance de la ronda Uruguay. Pero, al tiempo que se negocian soluciones en ámbitos definidos y se debaten propuestas sobre la reforma institucional del GATT, ¿no habríamos de hacerlo ya con una perspectiva sobre el GATT del futuro?

En la ronda Uruguay tendremos que tomar en cuenta esas nuevas realidades que afectan al comercio a las que me he referido y que tienen grandes consecuencias para la estructura del GATT como institución. Queda por ver que podamos hacerlo de forma. coherente, y, en el mejor de los casos, todavía habrá que saber si conviene a todos articular en un GATT más integral toda la panoplia de política y mecanismos del comercio internacional. El tiempo nos obligará a responder a este interrogante.

Clayton Yeutter es representante de Estados Unidos en asuntos de comercio internacional.

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