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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El regreso

LA DECISIÓN de Gary Hart de reemprender su campaña como candidato a la presidencia de Estados Unidos ha dado nuevo interés a una competición que se viene caracterizando por la apatía de la opinión y la mediocridad de los candidatos. En el campo republicano, las opciones están entre el vicepresidente George Bush y el senador Robert Dole, representando ambos una posición conservadora, con diversos matices. En cambio, ninguno de los seis candidatos demócratas ha logrado alcanzar una notoriedad nacional, y por eso se les llama los seis enanos. La única excepción es el pastor negro Jessie Jackson, pero todo el mundo, incluso sus colaboradores, coinciden en que no es realista, por ahora, pensar en un presidente de EE UU de color. Su campaña busca sobre todo definir una plataforma de izquierda y reforzar la presencia de la población negra en la política norteamericana. El Partido Demócrata no ha logrado destacar de sus filas a una persona con talla de presidente. Y ello cuando las condiciones le son favorables, después de haber ganado las elecciones de 1986 y cuando sobre los republicanos pesan fracasos de Reagan tan importantes como el Irangate y el crash financiero.Esta situación explica en parte la decisión de Hart. Es más conocido que ninguno de sus contrincantes demócratas. Fue la revelación de la campaña de 1984, durante la cual casi derrotó a Walter Mondale como candidato demócrata. Sin embargo, su situación actual está cargada de dificultades. El escándalo provocado por sus relaciones con una modelo le obligó a retirarse hace siete meses, cuando los sondeos le colocaban por delante de los otros aspirantes demócratas. La misma ola de puritanismo hipócrita podría despertarse de nuevo. Hay medios influyentes -no sólo republicanos- interesados en cerrarle el camino. Su equipo se disgregó en mayo pasado, carece de dinero y tiene poco tiempo para recoger los miles de firmas precisos para inscribir su candidatura en los Estados que celebran las primarias en fecha muy próxima.

Ante esos problemas, Hart ha adoptado una actitud algo demagógica, diciendo que se dirigirá directamente al ciudadano, y que si carece de dinero, en cambio tiene nuevas ideas. Tal fue el lema de su campaña en 1984, y no cabe duda que las nuevas ideas de Hart, aunque todavía vagas, perfilan una imagen seductora de lo que podría ser la política de Estados Unidos si fuese elegido presidente. El candidato pretende expresar las aspiraciones de los sectores profesionales más ligados a un desarrollo moderno y de las nuevas generaciones. Quiere flexibilizar las relaciones con la URSS, y proclama que EE UU necesita un presidente capaz de responder al desafío que representa Gorbachov. Siempre ha sido partidario del desarme nuclear y contrario a las excesivas intervenciones militares de EE UU, como en el caso del bombardeo de Libia o el envío de la flota al Pérsico. Ha defendido una reforma militar tendente a elevar la eficacia de las fuerzas convencionales.

Los efectos de la reaparición de Hart son imprevisibles. El 16 de febrero tendrán lugar las primarias en New Hampshire, el Estado que inaugura la campaña presidencial. En febrero de 1984, Hart arrolló allí con el 40% de los votos de los electores demócratas; derrotó al favorito, Mondale, y fue catapultado a la primera página de la actualidad. Quedan dos meses para saber si el Hart de 1988 logra despegar con la misma fortuna.

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