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El joyero Venero testifica que dos policías le encargaron vender cuatro millones en oro

El sumario del caso de la presunta mafia policial denunciada por el joyero santanderino Federico Venero recoge varias declaraciones de éste ante el juez instructor, Javier Cruzado, según las cuales los inspectores Victoriano Gutiérrez Lobo y Adelardo Rafael Martínez García le encargaron diversas ventas de oro, cuyo beneficio íntegro, que el joyero calcula en unos cuatro millones de pesetas, se quedaron los agentes.

La fiscal del caso, María del Pilar Martín Nájera, ha solicitado en sus conclusiones provisionales seis años y un día de prisión para los inspectores Gutiérrez Lobo, Martínez García y Antonio Caro Fontanilla, procesados por un delito de tráfico de armas; tres años para el comisario Francisco Javier Fernández Álvarez por el mismo delito; y tres años también para el inspector Miguel Ángel Bercianos Torres, procesado por un delito contra la salud púbIica (tráfico de drogas). La fiscal solicita igualmente nueve años y un día de cárcel para el joyero Venero por los dos delitos citados.Se calcula que el juicio por este caso se desarrollará en la Audiencia Provincial en la próxima primavera. El sumario fue entregado a las partes el pasado 30 de noviembre.

Venero declara en el sumario que una de las diferentes ventas de oro se produjo en febrero de 1985 después de que Victoriano Gutiérrez Lobo, por entonces jefe del grupo antiatracos de Madrid, le llamase por teléfono a Santander para indicarle que preparase 800.000 pesetas en metálico porque al día siguiente le "llevaría una cosa". Gutiérrez Lobo viajó a la capital cántabra acompañado de Adelardo Rafael Martínez, destinado entonces en el grupo antiatracos de Bilbao. Ambos inspectores, siempre según las declaraciones sumariales, entregaron al joyero 800 gramos de oro para que intentara vendérselos a la sociedad de metales Prompsa, en Bilbao.

Las tres personas se desplazaron a la capital vizcaína y el joyero vendió el oro por 900.000 pesetas que, según él, pasaron íntegamente a los bolsillos de los agentes.

Rubíes y brillantes

Venero declara que, pocos días después, los dos policías mencionados viajaron de nuevo a Santander con una partida de rubíes y brillantes que él les adquirió; cuatro de los rubíes, según el joyero, fueron engarzados en una gargantilla de oro destinada a la mujer del inspector Antonio Caro Fontanillo, adscrito en aquella época a la policía judicial Santander.En sus declaraciones al juez, el joyero santanderino acusa a Miguel Ángel Bercianos, en aquella época jefe del grupo antiatracos de la policía de Bilbao, ce haberse llevado de su establecimiento comercial numerosos relojes, cadenas y sortijas de oro, así como ocho cuadros de la finca que Venero posee en las afueras de la capital cántabra. Bercianos, además, facilitó droga al joyero para su venta, siempre según las declaraciones sumariales ole Venero.

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El joyero declara asimismo haber pagado elevadas facturas ocasionadas por la estancia de los agentes en un hotel de Castro Urdiales acompañados por sus esposas y, en ocasiones, por otras mujeres.

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