Hacer que la Presidencia funcione
Durante seis años Ronald Reagan ha sido un presidente al que el país podía respetar por su serenidad, su porte y, por supuesto, por el gran éxito en su oficio. Reagan representaba algo que la nación no había visto desde John Kennedy: un presidente popular que estaba dirigiendo el país. En fin, según parecía, un presidente que iba a seguir en su despacho durante dos mandatos. Pero el lío del Irangate, el crash del mercado de valores y la incapacidad para elegir un candidato al Tribunal Supremo capaz de ser aprobado por el Senado, han amenazado con añadir a Ronald Reagan a la lista de fracasos presidenciales del siglo XX. Puede imaginarse la retórica: "Mis queridos norteamericanos, hemos atravesado por momentos perturbadores. Mientras el país está incólume y los cimientos de la estabilidad y la prosperidad económica son firmes, tenemos algunos apremiantes problemas que deben ser encarados con nueva energía y resueltos sin acritud partidista y sin buscar beneficios políticos o personales". En vez de ello Reagan ha vociferado imprudentes y fragmentadas consignas. En este momento, las posibididades de que Reagan cambie sus costumbres lo suficiente para asegurarse el éxito no son muy altas. Sería una amarga ironía que el hombre que hizo tanto por restaurar el liderazgo en el despacho oval, fracase al fin en utilizarlo cuando más lo necesita.
, 21 de noviembre
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